FEDORA

Cierto es que cuando ves este film, no puedes dejar de pensar en "El crepúsculo de los dioses" por muchos motivos, algunos de ellos servidos en bandeja por el propio director y coguionista.
En primer lugar, él mismo, que llevó ambos títulos a la pantalla, por si fuera poco dando el papel masculino más importante al actor y amigo William Holden, que en ambos casos es el narrador de los sucesos que se nos cuentan.
¿Queréis más? Pues hay más, de hecho casi todo. El asunto mismo, que es parecido, si no igual; los cameos de figuras de la pantalla...
Así pues, imposible no sucumbir a la tentación de compararlas. Y claro, ahí no hay color que valga, sale ganando el blanco y negro de Gloria Swanson y Von Stroheim.
La película ha sido denostada, menospreciada y puesta como ejemplo de la decadencia del propio Wilder.
Bueno, respeto todas esas cosas y añado que no es de lo mejor de su filmografía, sin embargo estamos ante la obra de un autor que ha firmado algunos de los mejores films de la historia y al que no se le va a olvidar de repente cómo se hace su trabajo. La película, técnicamente, es correctísima, por más que fallen algunos de los ingredientes. Por ejemplo, el golpe de efecto que se produce hacia la mitad y que cambia nuestra visión de quién es cada cual, pero sin conseguir sacar todo el partido a una situación que podría haber sido brillante, porque la idea es original.
A mí me recuerda, en ciertos aspectos, al llamado cine de autor, pero como estamos hablando de un director que había llegado a la cima, nadie ve otras virtudes, suponiendo que las tenga, sino que simplemente queda decepcionado porque no ha visto una obra maestra.
A destacar la música, a cargo de Miklos Rozsa y la fotografía de Gerry Fisher, que se beneficia de las sensacionales posibilidades que ofrece la isla de Corfú.
La peli, llena de amargura, y que además de retratar la decadencia de una estrella, nos trae a colación el egoísmo y la vanidad desmedida, esa que se situa por encima del bien y del mal, te deja un poso que hace que realmente empieces a darte cuenta de lo que has visto cuando reflexionas sobre ella.
Por otro lado, muy de Wilder esto de dejarnos la carga del mensaje envuelta de tal manera en las imágenes o los diálogos que es después cuando caes en la cuenta de que ha repartido unas cuantas bofetadas más que aquellas tan obvias que percibimos en directo.