El portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente.
Protagonizada por el gran Emil Jannings, la película de F.W. Murnau, es considerada como un punto de inflexión en su carrera e incluso en el cine en general, inaugurando una nueva era, ensayando por primera vez la cámara en movimiento y otras innovaciones que siguen marcando caminos para la expresión cinematográfica más de un siglo después.
"Hoy eres tú el primero, respetado por todos, un ministro, un general, tal vez incluso un príncipe ¿Sabes lo que serás mañana?"
Con estas palabras comienza la película, prácticamente los únicos intertítulos que utiliza (apenas aparecen otros para explicar el cambio de trabajo del protagonista y como introducción al epílogo) y ahí se encierra prácticamente el argumento y el mensaje del film: la volubilidad del destino que no sabemos lo que nos depara.
El portero del hotel que regresa a casa cada día orgulloso y estirado envuelto en su largo abrigo que simula al de un general, lleno de galones y entorchados, se ve relegado a simple mozo de los lavabos, encargado de sacar brillo a los azulejos, fregar el suelo y ofrecer una toalla limpia a los caballeros para que se sequen las manos. Pero sobre todo, se verá privado de los atributos de su rango, el llamativo abrigo le será retirado y colgado en la percha de un olvidado armario del hotel. Cuando los vecinos se enteran de su nueva condición, será objeto de burlas y chanzas y su vida se ve arruinada, apagándose la vitalidad del anciano que, pese a ser el empleado más antiguo del hotel, será tildado de decrépito y, por tanto, inútil, inservible para el trabajo que desempeñaba hasta entonces.
Con un método narrativo puramente visual, la historia nos conduce hacia un final feliz distinto al que Murnau tenía pensado, pero que los directivos de la UFA obligaron a introducir temerosos de que un desenlace trágico acabara en un fracaso en taquilla. Así, se produce un inesperado giro del destino, una especie de acto de justicia divina que no suele ocurrir en la vida real, pero esto es ficción y el autor tiene la potestad de cerrar la historia como él quiere o, cual es el caso, como piensa que al público le gustaría.