Atraídas por un anuncio de trabajo como mecanógrafa, decenas de jóvenes de toda Roma acuden a la sede de la empresa. La espera en las escaleras del edificio se prolonga durante horas, y en un momento dado una se salta la cola con un falso pretexto. Todas se dan cuenta del engaño al escuchar el teclear de la máquina de escribir. Cuando sale, se produce un violento tumulto y las escaleras se derrumban. Muchas sufren contusiones, algunas heridas leves, otras graves, y una, a pesar de la cirugía de urgencia, fallece. Algunas jóvenes, simplemente retoman sus vidas, pero para otras, ésta dará un giro a partir de la tragedia. El film sigue la vida de algunas.
Hace apenas seis años que ha terminado la guerra, pero sus ecos aún resuenan como el ruido de las teclas de la máquina de escribir que acompañan los títulos de crédito. En toda Roma hay mujeres como las que se apiñan en la escalera del edificio de la Vía Saboia. Mujeres que quedaron a merced de las penurias de sus familias, con sus hombres muertos o con aquellos que sobrevivieron buscando someterlas o habiéndose quedado, a su vez, sin trabajo.
Mediante picados y contrapicados, la escalera parece que cobra vida y asistimos a algunas historias que van perfilando a algunas de estas mujeres, hasta que se produce el hundimiento, apenas dura unos segundos muy bien sintetizados con una magnífica combinación de montaje y efectos especiales.
Ahí comienza otra historia, la particular de alguna de las mujeres: La prostituta; la que tuvo que renunciar a su trabajo como víctima de abuso por parte de sus anteriores superiores de un bufete de abogados y ya no puede seguir ocultando su embarazo; la chica de familia acomodada que reniega de su familia que se opone a su relación con un pintor sin recursos; una sirvienta que sufre los abusos de su patrón y del hijo de este; la esposa desesperada de un obrero en paro que fue la que provocó la pelea que dio origen al tumulto y que es citada en comisaría.
Giuseppe de Santis, utiliza su arte como un instrumento de denuncia que trata de despertar el espíritu crítico del espectador sobre la situación de una sociedad, sin ofrecer un verdadero alivio, ni una auténtica esperanza, en este caso ambientada en un entorno casi exclusivamente femenino.
Se busca un culpable a quien responsabilizar de la tragedia y, aunque no menciona la palabra, el comisario responsable de la investigación tiene clara la respuesta: La culpa es única y exclusivamente de la pobreza.
























