Un grupo de sicilianos que se han quedado sin trabajo y viven en la miseria, tras vender sus escasas pertenencias para comprar su pasaje, parten hacia el norte con intención de llegar a Francia. El hombre al que han pagado para que los introduzca clandestinamente en Francia no es más que un estafador que los abandona a su suerte apenas han llegado a Roma. A pesar de su desesperada situación, acosados por la policía que les trata como a delincuentes y les conmina a regresar a Sicilia, los emigrantes no se rinden, pero su viaje se convertirá en una dramática odisea.
El guion adapta la novela Cuori negli abissi (Corazones en el abismo), del italiano Nino di Maria, inspirada en una historia real en la que campesinos sicilianos fueron encontrados congelados en los Alpes, cuando intentaban cruzar la frontera con Francia. Pietro Germi leyó la novela mientras estaba en Sicilia para el rodaje de In nome della legge y compró los derechos para realizar Il cammino della speranza.
Un film que parece hecho anteayer, pues reproduce, punto por punto, todos los obstáculos, tragedias personales y colectivas, peligros y amenazas que sufren hoy en día quienes han de pasar por esta amarga tragedia. Si cambiamos Alpes por Mediterráneo, todo lo demás es similar, nada ha cambiado, ni siquiera los protagonistas para bien o para mal: desaprensivos, estafadores, policías, pobres gentes sin esperanza atrapadas por un negro futuro o trabajadores emigrantes vistos como enemigos que vienen a quitarnos nuestro trabajo. Está visto que no hemos aprendido nada.
La película comienza con una huelga de mineros que se niegan a salir de la mina hasta recibir la seguridad de que no la van a cerrar, mientras las familias, esposas, madres e hijos desarrapados retratados como estatuas de sal resignadas, esperan noticias en el exterior de las galerías. Después de tres días, se rinden sin haber conseguido nada. Ante este panorama desolador de un futuro sin esperanza, aparecen los que pescan en río revuelto, gente sin humanidad para quienes no son personas, sino la oportunidad de hacer un negocio. Las palabras con que el reclutador les embauca ("Nos os podéis imaginar cómo se vive allí. Es como otra vida. Las mujeres no tienen que quedarse en casa, también hay trabajo para ellas."), las puede escuchar ahora cualquier africano de boca de un traficante de personas. Pero los de esta película eran europeos, italianos, del mismo país que ahora, junto al nuestro y algún otro de la frontera sur de la Unión Europea, contempla la llegada masiva de estas olas de desesperados y no tiene (no tenemos) memoria de que hasta hace bien poco, los engañados por la vida y la miseria, éramos nosotros (nuestros padres y abuelos, primos, tíos, vecinos, compatriotas) y nosotros éramos quienes moríamos a bordo de este cayuco imaginario que, en este caso, es la nieve y el frío.
Nuestra historia se escribe a base de avances, pero también de errores que se suceden y de los que, al parecer, somos incapaces de sacar consecuencias para poder paliarlos en lugar de volver a caer en ellos una y otra vez.
Se hacen ahora películas sobre la emigración de subsaharianos o hispanos, a algunos les parecerá que se hacen muchas, para otros serán escasas, pero Germi ya retrató este mundo hace tres cuartos de siglo y lo hizo de modo que podemos reconocer una historia de plena actualidad, por desgracia, por lo que tiene de vergonzosa. Con un mensaje final que resume la idea de este drama tan duro como enternecedor: "Tal como Dios creó el mundo, las fronteras no deberían existir". Y yo interpreto que no solo se refiere a las fronteras geográficas.
























