miércoles, 6 de marzo de 2024

ESTA TIERRA ES MÍA

 


Los alemanes acaban de invadir otra ciudad en un país indeterminado de Europa occidental y el comandante del distrito es el mayor Erich von Keller (Walter Slezak). Al igual que otras ciudades ocupadas, los alemanes la mantienen como una supuesta ciudad libre a cambio de la cooperación ciudadana. Algunos de los principales ciudadanos, como el alcalde Henry Manville (Thurston Hall) y el jefe de la estación de ferrocarril George Lambert (George Sanders), alientan la cooperación ciudadana para mantener la paz. Paul Martin (Kent Smith), un guardagujas y el mejor amigo de George, ha ido aún más lejos al hacerse amigo de los soldados alemanes. Por otro lado, el director de la escuela, el respetado profesor Sorel (Philip Merivale), y la joven maestra Louise Martin (Maureen O'Hara), hermana de Paul y prometida de George, se resisten abierta pero silenciosamente, aunque no desafían totalmente las órdenes alemanas. El compañero de Louise, un maestro llamado Albert Lory (Charles Laughton), de mediana edad, es un hombre tímido cuya cobardía autoadmitida se ve exacerbada por su autoritaria madre, Emma Lory (Una O'Connor). Mimándolo, espera, a cambio, que él nunca la abandone. Albert está secretamente enamorado de Louise, algo que la mayoría de los alumnos saben y es motivo de bromas. Alguien ha estado imprimiendo y distribuyendo clandestinamente folletos antialemanes y, además, un acto de sabotaje en las instalaciones del ferrocarril, acaba con la muerte de dos soldados alemanes. Von Keller está decidido a descubrir a la persona o personas detrás de estos actos. Si no puede, no dudará en encarcelar y ejecutar a personas inocentes para que sirvan de escarmiento al resto. Cuando los alemanes descubren al supuesto saboteador y le disparan, Albert queda atrapado en el medio y su vida corre peligro. En esta situación, la gente del pueblo puede tener una idea real de que, a veces, un solo paso separa la cobardía del heroísmo.


Segunda película estadounidense de Jean Renoir. En ella, el ojo privilegiado del maestro francés disecciona con precisión lo que estaba ocurriendo en aquella Europa sumida en una trágica guerra y lo hace a través de unos personajes perfilados con acierto.
El comandante alemán responde al estereotipo de aquella clase burguesa del país germano que ha llevado a preguntarse a los estudiosos cómo es posible que un país tan culto como era la Alemania de entreguerras, se dejase arrastrar por un demente. Von Keller, el hombre que es capaz de descubrir quien está detrás de los panfletos subversivos gracias a sus conocimientos de los clásicos griegos y latinos, tiene una figura de orondo bonachón, capaz de hacerte detener sin perder la serenidad y la sonrisa sabiendo que aquello puede ser la antesala del pelotón de fusilamiento. Con un discurso sereno, se le ve imbuido de la creencia que comparte con buena parte de sus compatriotas: Ha venido para salvar al país ocupado, porque los germanos son la última esperanza de occidente, los guardianes de la cultura europea.
Gran parte de la población del lugar, se somete, no quiere problemas, ¿son unos cobardes?, ¿algunos tratan de sacar provecho? A saber lo que haríamos los demás en sus circunstancias.


Quizá los momentos de mayor brillantez del film son precisamente aquellos que carecen de acción, pero ahí emerge el triángulo con más renombre de la película: O'Hara, Laughton y Renoir. El realizador mueve la cámara en travelling ante el jurado o se recrea en los primeros planos del rostro de la actriz en los que exprime toda su serena belleza y Laughton despliega toda su capacidad interpretativa en el maravilloso alegato que hace en su propia defensa o las sentidas y alegóricas secuencias finales en las que lee a los niños los artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, precisamente cuando la ciudad siente en su cuello la bota del invasor recorriendo con sus tanques las calles en las que hasta hace nada esos niño jugaban: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos...




2 comentarios:

  1. Y es que es muy fácil ver los toros desde la barrera. Cuando nos jugamos el pellejo de verdad, a saber por dónde saldríamos...

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