El señor Godman (Sydney Greenstreet) es un respetado superintendente de Scotland Yard. Sin embargo, cuando comete un error en una investigación que provoca la ejecución de un hombre inocente, su prestigio quedará empañado. Él asume la culpa, es despedido y reemplazado por el odioso y arrogante John R. Buckley (George Coulouris). A Grodman nada le gustaría más que ver a Buckley fracasar en su trabajo y a su amigo Victor Emmric (Peter Lorre), un peculiar astista, tampoco le importaría. Pronto ocurre un misterioso asesinato que puede brindarles la oportunidad.
El guión adapta la novela "The Big Bow Mystery" ("El gran misterio de Bow"), del británico Israel Zangwill.
Me resito a dejar de hacer un inciso sobre este autor, descendiente de emigrantes rusos de origen judío, considerado como uno de los propagandistas del sionismo y cuyas novelas fueron auténticos best sellers en la época.
Este hombre protagonizó un curioso incidente en Florencia, ciudad a la que había llegado a fines de octubre de 1922, pocas horas después de que el rey Vittorio Emanuele III designara a Mussolini como jefe de gobierno. Zangwill quería ver de cerca qué era esa revolución de la que hablaban los fascistas. Al llegar a la estación, Zangwill fue detenido por los camisas negras y llevado a la sede del fascio local. Como el inglés no hablaba italiano sus captores llamaron al periodista fascista Curzio Malaparte para que sirviera de intérprete. Sorprendido por el orden y la normalidad que reinaba en las calles, y la indiferencia aparente de los habitantes ante los sucesos que habían conmocionado la península, Zangwill negó la pretensión de su anfitrión de que la Marcha sobre Roma había sido una revolución: “La revolución de Mussolini no es una revolución, todo se desarrolla en medio de un orden perfecto. ¡Es una comedia; no puede ser más que una comedia!”. Tras lo cual Malaparte llevó a su descreído huésped en un largo recorrido por distintas partes de la ciudad y sus alrededores. Lo que Zagnwill vio en la capital de la Toscana fue una ciudad tomada por una organización paraestatal y militarizada que se había hecho con el control de todos los centros neurálgicos. Todas las expresiones de la izquierda política habían sido aplastadas de manera violenta; a los funcionarios electos se los había expulsado de sus cargos; los locales de los partidos, sedes de sindicatos y círculos obreros habían sido destruidos o cerrados; a los militantes socialistas y comunistas se los había sometido a los rigores del aceite de ricino y la cachiporra (santo manganello). Todo lo demás seguía como antes. O eso parecía. . El episodio lo narra el propio Malaparte en su ensayo "Técnica del golpe de estado".
Debut en la pantalla grande de Don Siegel, que nos acerca esta historia en la que juega con las ambivalencias, dejando pistas que confunden y desorientan al espectador. El resultado, impecablemente interpretado y bellamente fotografiado por Ernest Haller, emerge como una espléndida mezcla de cine negro con toques de comedia melodramática y algunos diálogos brillantes e ingeniosos llenos de chispa.
Greenstreet y Lorre ya habían coincidido, cuatro años antes, en el reparto de la mítica "Casablanca".
ResponderEliminarVaya pareja de actores!
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarEsto es lo bonito del cine, que uno no para de descubrir películas. Gracias por traerla, ya esta en la lista de "pendientes por ver".
Saludos!
Tiene algunos diálogos muy ingeniosos.
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