jueves, 7 de enero de 2016

AVARICIA (JUAN ESLAVA GALÁN)

La avaricia, la codicia, la corrupción que a ellas va ineludiblemente unida, son “debilidades” humanas que han alcanzado en este país unas cotas difícilmente superables. Desde el truhan de toda la vida que se sirve del trabajo ajeno para pasar por este valle de lágrimas sin dar un palo al agua, pero manteniendo un status que le permite vivir sin privaciones de ninguna clase, pero en un nivel que podríamos considerar modesto, hasta las más altas magistraturas del estado, comenzando por la propia monarquía o los gobernantes de turno, y por descontando los llamados poderes fácticos (Iglesia, banca, sindicatos…) que mientras predican la pobreza, la austeridad, el ahorro, la solidaridad, etc., etc., como medio de ganarse un lugar de privilegio en la otra vida o de dar ejemplo en esta, van a lo suyo y practican aquello de haz lo que te digo y no lo que yo hago.
De esto, haciendo honor al título, va el segundo libro dedicado a los pecados capitales de los españoles que edita Destino y que como el anterior, firma Juan Eslava Galán. Si en aquel la frontera final del texto era la llegada de la democracia a España, en este, prácticamente medio libro, nos habla de estos últimos cuarenta años, sin duda, era muy difícil que el autor se sustrajera a terreno tan abonado y tan espléndido en historias de corruptelas como es el que nos ha tocado vivir en los últimos tiempos.
Pero se engaña quien piense (ingenuos los hay que así lo creen), que el final del siglo anterior y principios del presente, se llevan la palma en estos asuntos del vil metal y su ilícita acumulación en manos de avaros y desaprensivos, de sobra sabemos que su recorrido en la Historia, es tan viejo como la propia humanidad, que ahora se conozcan más, no quiere decir que no existieran.
Tras referirse a la larga historia de avaricia de la Iglesia y su acumulación de bienes en las llamadas “manos muertas”, el punto de partida que toma Eslava para comenzar su somero repaso a algunos de los más conocidos (otros no tanto, es cierto) casos de avariciosos/corruptos, es el de la reina María Cristina de Borbón, la viuda del ínclito Fernando VII, devorada por una insaciable sed de oro, en palabras de Leopoldo O’Donnell, que hace también referencia a la oficina de influencias que la reina madre estableció en su residencia, el palacio de las Rejas (frente al actual Senado, a dos pasos del Palacio Real). Como se ve, estos de ahora, han tenido inmejorables maestros y la cosa viene de lejos, las corruptelas tienen mucho rodaje en la antigua Iberia.
Capítulos muy jugosos, desde los dedicados a los negreros y dueños de plantaciones con mano de obra esclava (¡sí, españoles!), que en muchas ocasiones fueron ennoblecidos gracias a los dineros y la influencia que manejaban (de ahí vienen algunos de los apellidos ilustres de la actualidad, tras el oportuno lifting), pasando por los casos más conocidos que cobraron fama en la época de la II República (el más famoso, sin duda, el Straperlo, que fue la tumba del lerrouxismo), hasta quienes se forraron con las distintas guerras (Cuba, África, Guerras Europeas, Guerra Civil), mientras los de siempre, caían como moscas o perdían lo que tenían en beneficio de la patria, sin saber que para algunos la única patria es la del billete verde.
De los turbios manejos y los negocios poco edificantes que durante el franquismo fueron tapados convenientemente, a pesar de lo cual, por deslices, o por la magnificencia del asunto, en ocasiones trascendieron a la opinión pública, aunque oportunamente maquillados y una vez puestos a salvo los nombres de los intocables, léase familiares, generales salvapatrias, acólitos del régimen y los variados especímenes que tan bien retrató Berlanga en su “Escopeta nacional”.
Eso sí, como dijo otro ínclito, “Por España, todo por España”
De aquello, digo, pasamos a nuestra época democrática, en la que tan sagrado y esperanzador nombre, ha sido reiteradamente mancillado por unos y otros, de manera directa o, como gusta decirse ahora, transversal. Por más que nos resultan desgraciadamente conocidos, el autor hace un repaso, que ocupa la mitad final del libro, a los escándalos dinerarios de la democracia española, con algunas anécdotas que, no por sabidas, dejan de sorprender al lector medio que, en ocasiones desconoce detalles y que, en pocas ocasiones contará con una pluma tan adecuada como la de Eslava para la ironía, que suaviza, con sus acertados toques de humor, el coraje y la vergüenza de leer el relato, no por esperpéntico menos doloroso, de los mangoneos del poder y de algunos que medran a su sombra.
Aquí hay cera para todos, para los que se presentaron con cien años de honradez, pero decidieron que ni un minuto más, hasta para los herederos de las élites franquistas arrimados al apellido “popular”, pasando por los inmaculados nacionalistas e incluso para ciertos personajes que se nos presentan, no como representantes de la clase trabajadora, sino como si ellos mismo fueran los parias de la tierra.
Bueno, para todos, no, faltan algunos, como reconoce el propio autor medio en serio, medio en broma, ni el petróleo, ni las armas, ni la droga, ni las farmacéuticas, ni el narcotráfico (las mafias, en general), tienen vela en este entierro, una omisión totalmente voluntaria, fruto de la prudencia (legítima cobardía), porque no está interesado en dar pretextos a ningún falto de escrúpulos para que decida que hasta aquí llegó su paso por este valle de lágrimas.
"Tonto el último", como en los juegos de cuando éramos tiernos infantes, así parece que se han dicho unos a otros esta panda de espabilados que se forran con la ingenuidad, la falta de malicia o la simple resignación del prójimo, y cuyo recato moral va en proporción inversa a los ceros de su cuenta corriente.

Esta reseña se publicó en HISLIBRIS





4 comentarios:

  1. Sin duda será un buen y entretenido libro al ser su autor alguien tan irónico y culto como Eslava Galán.

    ResponderEliminar
  2. La condición humana es así, y pisa el primer charco que encuentra. Y son muy pocos los que saben resistirse a la tentación de apropiarse de de lo que no es de ellos, si se presenta la ocasión. Los consejos suelen ser muy buenos pero siempre para que lo practiquen otros. Y los españoles no aprendemos y permitimos que los caraduras se eternicen en los puestos políticos para que se enriquezcan ilegalmente sin problema alguno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sé si seremos campeones en estas lides, o unos de tantos, pero lo que está claro, es que tenemos, por desgracia, elementos de primera en avergonzar al prójimo con sus latrocinios.

      Eliminar