domingo, 10 de abril de 2011

MARIDOS Y MUJERES

Entre esa especie de naipes que conforman la baraja del cine de Woody Allen, alguna de sus cintas se acerca, de cuando en cuando, a lo que se conoce como cine de autor. Esta peli es una de esas. Como he leido en algún lugar, es como el cine de Bergman, pero más coñón y me parece una definición que nos puede aproximar un poco a lo que es esta película. Cámara en mano, subrayado este hecho por algún que otro violento movimiento de cámara, como si estuviera advirtiendo a algún despistado: Eh, que estoy con la cámara al hombro. Esta manera de filmar, unida a las secuencias que va salpicando a lo largo del metraje, de supuestas entrevistas a los protagonistas (y a algún otro personaje) y los comentarios de la voz en off, dan un cierto formato de documental, que en realidad tampoco lo pretende demasiado, porque en todo momento, va respetando la forma de una peli más o menos tradicional.



Si uno quiere tomar el film al pie de la letra, es decir, como si realmente nos estuviera dando una lección de lo que es el matrimonio, puede sentirse algo decepcionado, yo, desde luego, lo estaría, pues estos matrimonios que nos retrata Allen, poco o nada tienen que ver con lo que la mayoría de nosotros vemos en nuestro entorno. Intelectuales molones, que saben mucho de vanguardias y que buscan parejas que estén a su nivel, a quienes aburre la pasión a secas y que deambulan por las consultas del psicoanalista de turno, no sé muy bien si para que les ayude a resolver sus problemas o para demostrar que son, eso, muy intelctuales.




Por eso, yo me la tomé de otra manera, como una película. Por más que Woody nos pueda traer apreciaciones y sentimientos personales, lo lamento, pero yo me quedo con la parte de obra de arte y lo demás para quien quiera profundizar en otras vertientes.




El tipo de pareja que nos presenta es el que queda expuesto más arriba, muy modernos ellos, pero al final, lo de siempre, por más avanzado que te creas, las separaciones duelen, por más civilizada que sea la ruptura, siempre jode (con perdón), no deja de ser el reconocimiento de un fracaso. Dura, a veces incluso cruel, realmente dan ganas de huir, no sólo del matrimonio, sino de la vida en pareja, según lo que nos plantea, no hay solución para el aburrimiento y la monotonía en la que inexorablemente se acaba cayendo y quien sigue adelante, es por miedo a la soledad.




Excelente guión y magnífico trabajo, sobre todo (para mi gusto claro) de dos de las actrices, Juliette Lewis y Judy Davis (ésta estuvo nominada al Óscar). Inevitable pensar en la situación personal que atravesaba Allen, aunque entonces aún no la había aireado la prensa, con su separación de Mía Farrow y el escándalo que supuso la relación (que aún dura) con la hija adoptiva de ésta. Seria peli del neoyorkino, quien se sienta defraudado será porque recuerde Hanna y sus hermanas o Annie Hall, por ejemplo y claro... Es lo que tiene ser bueno.






2 comentarios:

  1. Qué qjuieres que te diga. A mi Woody Allen me gusta hasta cuando toca el clarinete. Es uno de mis preferidos
    Saludos cordiales

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  2. Te entiendo, José Luis, a mí me pasa tres cuartos de lo mismo.

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