jueves, 18 de noviembre de 2010

1280 ALMAS

Una novela que nos engancha en su primera mitad y que va decayendo, hasta llegar a un final bastante decepcionante.
Para algunos, ese final es el que es porque así lo quiso el autor y porque desea que cada cual se imagine por donde seguirá el devenir de las cosas, o porque quiere dar a entender que todo seguirá igual.
Yo no lo sé, pero a mí me da la impresión de que Jim Thompson, se cansó de escribir, o dejó de interesarse por la novela que estaba escribiendo y la acabó de cualquier manera.
Pero "1280 almas", es algo más que una novela negra, es un retrato de un tipo de sociedad, en este caso la de la norteámerica llamada profunda, de la primera mitad del siglo pasado, pero que puede ser trasplantada a cualquier otro lugar, de hecho "Coup de Torchon", la adaptación cinematográfica que Bertrand Tavernier llevó al cine en 1981, está ambientada en una colonia francesa.
La novela está salpicada de frases y reflexiones que podrían incluírse en un libro de citas y que son reflejo de aquella, de esta y de muchas otras sociedades humanas a lo largo del tiempo.
Párrafos como "Niñas indefensas que gritaban cuando sus propios padres se metían en la cama con ellas. Hombres que maltrataban a sus mujeres, mujeres que suplicaban piedad. Niños que se meaban en la cama de miedo y angustia, y madres que los castigaban dándoles a comer pimienta roja. Caras ojerosas, pálidas a causa de los parásitos intestinales, manchadas a causa del escorbuto. El hambre, la insatisfacción continua, las deudas que traen siempre los plazos. El cómo-comeremos, el cómo-dormiremos, el cómo-nos-taparemos-el-roñoso-culo. El tipo de ideas que persiguen y acosan cuando no se tiene más que eso y cuando se está mucho mejor muerto, porque es el vacío el que piensa, y uno se encuentra ya muerto interiormente; y lo único que se hace es propagar el hedor y el hastío, las lágrimas, los gemidos, la tortura, el hambre, la vergüenza de la propia mortalidad. El propio vacio.", que definen mejor que nada esa sociedad que hemos visto algunas veces en las pelis sobre la Gran Depresión, pero que aquí, entre nosotros, estaba también presente.
El protagonista, Nick Corey, es comisario de la pequeña ciudad de Pottsville y se nos presenta como un verdadero lerdo, aunque en realidad es un listo que se hace pasar por tonto como retrata una de sus frases: "Bueno, en eso consiste mi deber. En no hacer nada. Por eso me votan los electores." Su inteligencia es un verdadero peligro para los que están cerca de él, pues sus reacciones resultan impredecibles y siempre van encaminadas a sacar algún beneficio para sí mismo, sin importarle en absoluto las consecuencias para quienes se vean atrapados en sus planes.
Nick es un tipo que nos acaba cayendo bien, a pesar de ser un desalmado y un auténtico canalla. Dentro de poco se celebrarán elecciones para comisario y tiene un rival de cuidado un tipo íntegro, Sam Gaddys. Thompson nos da, con ese pretexto, una verdadera lección de lo que es una campaña electoral: Infundios, promesas, trabajo sucio, todo para que salga elegido ese tipo sinvergüenza, que se dedica a llevarse todo lo que puede, a proteger al fuerte y machacar al débil, pero que nos cae bien y que, incomprensiblemente, renueva en el cargo una y otra vez ¿Les suena? Pues eso, en política está todo inventado desde hace mucho.
Jim Thompson ingresó en el Partido Comunista en Oklahoma en 1936 (más que nada porque con los comunistas de allí tenía temas interesantes de conversación), lo que le llevó a los previsibles problemas en la época de la caza de brujas. Escribió, bebió y fornicó a destajo (su mujer le obligó a hacerse una vasectomía), hasta que arruinó su salud y acabó en la miseria, incapaz de escribir una línea. Fue co-guionista de un par de películas de Kubrick (Atraco perfecto y Senderos de gloria). Algunas de sus novelas también se convirtieron en películas, como La Huida, dirigida por Sam Peckinpah y Los Timadores de Stephen Frears. Víctima de una infancia desgraciada, con un padre también alcohólico que se suicidó tragándose la borra de su propio colchón cuando estaba en la cárcel, Jim Thompson conocía muy bien el paisaje (y no me refiero sólo al geográfico) del que nos habla en su novela.
Como curiosidad comentar que la edición francesa se tituló "1275 âmes" y aunque he leído varias explicaciones sobre la desaparición de esas 5 almas, ninguna es concluyente. La obra original se llama "Pop. 1280" (Pop. de population, habitantes).
Una novela, donde lo más interesante es su protagonista, con una frase que repite como muletilla con variantes diversas y que no me resisto a reproducir para finalizar: “No me atrevería a decir que te equivocas, aunque tampoco podría darte la razón”.


6 comentarios:

  1. Esto de obras que empiezan muy bien y después decepcionan me ocurre desde hace unos cuantos años con Stephen King, se le ha ido la pinza completamente, un saludo.

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  2. Es una lástima, porque la verdad es que la primera parte te atrapa.

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  3. Tomo nota, amigo Trece, de esta novela para hacerme con ella y leerla. Me has metido el gusanillo dentro.
    Un abrazo

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  4. Tiene mucha miga para lo corta que es, si algún día la lees, seguro que pasas un buen rato, lo malo es que se diluye y podía haber sacado más partido. Insisto en que creo que se cansó de escribirla o que no tenía ganas de pensar en cómo acabarla.

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  5. Gracias por tu comentario, Bruno y puxa Asturies.

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