El padre de Daniel "El Mochuelo" (José Antonio Mejías), quiere enviarle a estudiar a la ciudad para que sea alguien importante y no un simple quesero, como él. En los días previos a su marcha, Daniel evocará todos los recuerdos de su pueblo y de sus gentes.
Dirigida por Ana Mariscal, adapta la novela del mismo título escrita por Miguel Delibes, un relato costumbrista sobre la vida en un pequeño pueblo español en los años 50.
Aceptable adaptación de la novela de Delibes en la que queda reflejado buena parte del mundo del gran escritor vallisoletano, su preocupación por lo que considera un mundo en vías de extinción: el de los pueblos.
Con personajes arquetípicos que representan algunos de los personajes y la forma de vivir que podríamos reconocer en cualquier pueblo o aldea de la época.
Una película de 1963 dirigida por una mujer, todo un logro en la España del momento, aunque ella fuera Ana Mariscal, la protagonista de Raza. Una mujer valiente y decidida que fue pionera en el mundo de la cultura española. Creadora, junto a su marido, Valentín Javier (en esta película director de fotografía), de su propia productora (Bosco Films), en 1947 se atrevió a representar "Yerma" en Barcelona (ella conoció personalmente a Lorca cuando tenía 12 años).
Ambientada en el municipio abulense de Candeleda (muchos de sus habitantes intervienen como figurantes), Mariscal tuvo problemas con la censura para su estreno, que en Madrid ni siquiera llegó a producirse.
La realizadora consigue transmitirnos todo el ambiente rural sin caer en folclorismos, mezclando sabiamente momentos de humor con otros que podríamos calificar como más serios y reflexivos.
Es magnífica la dirección de actores que se nota sobre todo en los niños (entre los que está una entrañable Maribel Martín) que se desenvuelven en sus papeles con frescura y realismo, al punto de que, por momentos, todo parece improvisado.
Rodada con escasos medios, es una emotiva película, a mi juicio olvidada de manera injusta, que refleja muy bien la España rural del momento y aunque defiende ese mundo frente al urbano, consigue hacerlo sin caer en un retrato idílico del mismo.


















































