El letrado Robert Bilott (Mark Ruffalo) lucha contra una gran corporación, DuPont, que vierte y sepulta residuos que quebrantan la salud de los habitantes de una pequeña localidad estadounidense.
El caso termina abarcando diecinueve años de su vida, durante los cuales ve morir al afectado que se puso en contacto con él.
En el proceso arriesga su futuro, su trabajo y hasta su propia familia para sacar a la luz la verdad.
El guión se basa en un artículo de Nathaniel Rich publicado en 2016 en The New York Times Magazine.
Les voy a pedir un sencillo ejercicio de imaginación. Imagínense un abogado relativamente joven y con un brillante futuro, que acaba de ser promovido a socio en el prestigioso despacho en que trabaja, dedicado a la defensa de corporaciones del sector químico.
Imaginen a un paleto malencarado, voceras, rústico y con pocos modales, que resulta que conoce (ni siquiera es amigo) a la abuela del abogado, que le viene a pedir que lo represente en una demanda que quiere interponer contra una todopoderosa compañía química, nada menos que todo un referente del progreso en EE.UU., que se precia de cuidar el entorno y de que el objetivo de sus investigaciones es únicamente hacer más fácil, cómoda y agradable la vida de la gente (aquí me van a permitir que me ría un poco: Ja, ja ja. ¡Qué risa me da!).
Imaginen que el abogado descubre que la compañía en cuestión ha estado, literalmente, envenenando a sabiendas a toda la población del entorno que consume el agua a que van a parar los deshechos de su planta bioquímica.
Imaginen, imaginen, imaginen... Y se quedarán cortos a la hora de imaginar todos los muros con que el abogado y los reales y potenciales perjudicados se van a encontrar en su camino de hallar justicia para sus sufrimientos.
Y ahora dejen de imaginar y sepan que todo esto ocurrió de verdad y que todavía, en la actualidad, sus consecuencias colean, y no solo en EE.UU., también en el resto del mundo, incluso aquí, es más, incluso en su propia casa.
Básicamente esto es la película de la que hoy hablamos. Que si es fría, que si no empatizas con los personajes, que podría haber sacado más partido de algunos de ellos... Estas y otras críticas puede que se las encuentren por ahí, pero la historia es tan potente, la actuación de Mark Ruffalo tan convincente y el asco y la impotencia que uno siente, es tan real, que casi se perdona todo lo demás.
Además, pienso que el film ha huído, con inteligencia, de la tentación de meternos en una historia de tribunales que podría haber resultado farragosa y se centra más en las personas, empezando por la del protagonista, que no es ningún héroe, ni siquiera un convencido del ecologismo o un militante contra la opresión de las grandes corporaciones, todo lo contrario. Pero una vez metido en el ajo, decide llegar hasta el final y soportar todo tipo de presiones en contra, arriesgándolo todo y a punto de perder a su familia y su trabajo.
Y los que deciden ir contra la compañía, se encuentran con la hostilidad de sus vecinos que prefieren mirar hacia otro lado, ignorar que han nacido niños con malformaciones, que hay numerosos casos de cáncer, que los animales mueren a cientos, antes que perder su trabajo, antes de quedarse sin el amparo de una empresa que ellos consideran modélica, que les proporciona casa, estudios para sus hijos, una ciudad maravillosa en que vivir, con hermosos parques para los niños y, que de vez en cuando, por las buenas y sin venir a cuento, les envía a casa un catálogo para que elijan los regalos que más les gusten.
Una historia y una película, que puede gustar más o menos y se puede criticar la forma de hacerla, pero que no es que sea recomendable ver, es que verla resulta necesario.
Por cierto, no piensen que esta es una historia que no tiene nada que ver Vds. ¿Saben lo que es el "Teflón"?, pues revisen sus sartenes y cazuelas, quizá Vds, también estén envenenados.