Germinal Ibarra es un inspector de policía trasladado a La Coruña, que a pesar de haber recibido una medalla por la resolución del crimen de una niña, vive dominado por la mala conciencia y la frustración, además de atormentado por el recuerdo de una infancia tenebrosa. Su vida personal está repleta de sombras, con un hijo dotado para la música, pero gravemente enfermo y del que Germinal no soporta el sufrimiento. De repente, es avisado de que una mujer, hospitalizada a raíz de una violenta agresión, requiere su presencia. Al principio no la reconoce, pero descubre su identidad: Eva Mahler, una rica heredera que lleva meses desaparecida, y cuyas vidas se han entrecruzado en el pasado reciente.
Alrededor de ella y del propio Germinal van a surgir una serie de personajes con distintos periplos y orígenes, pero todos ellos perseguidos por el mismo fantasma, el del pasado: Dolores, una antigua maestra de escuela y su hija Martina, que sueña con ser escultora; Mauricio, un anciano de origen argentino repleto de nostalgia y melancolía por su país; Daniel, un muchacho marcado por el desprecio, la humillación y los problemas psíquicos. Todos ellos configuran el círculo de la trama en medio de un contexto y estética paisajística que nos hace viajar a la misteriosa Costa da Morte gallega, pero también a los rincones más mágicos de la ciudad de Buenos Aires y eso desde un homenaje del autor a su cultura popular y a la tradición poética argentina; así como a algunos de los rincones de Barcelona, ciudad que tan bien conoce el autor.
Parece que, al fin, tras unos años en que los intereses comerciales y la demanda del mercado parecían haber dejado de lado otros criterios, el Premio Nadal, que siempre fue apreciado en los ambientes literarios por el prestigio que daba a quienes lo conseguían, ya que primaba la calidad literaria sobre otros condicionantes, quiere recuperar el respeto por si mismo y por su pasado.
La novela del Del Árbol tiene un punto de denuncia sobre los abusos del poder y un mucho de recordatorio de cómo nuestro pasado vuelve una vez y otra sobre nosotros mismos y que el único camino verdaderamente efectivo es el mirar hacia adelante, buscando siempre nuevas sendas que mantengan nuestra ilusión por la vida.