Es de sobra sabida la ambigua actitud del gobierno español durante la II Guerra Mundial, primero como país neutral y, más tarde, como no beligerante, alambicado juego de palabras que en el fondo escondía el delicado equilibrio para evitar, por un lado, la animadversión de los aliados y, por ende, la prohibición de importaciones, sobre todo petróleo norteamericano, del que tan necesitado estaba el depauperado país y, por otro, evitar el peligro real de una invasión en toda regla de los teóricamente amigos alemanes.
Es claro también que, por cercanía ideológica y por agradecimiento a su decisiva ayuda durante la contienda civil, los paises del Eje, contaban con la simpatía de las autoridades españolas que en 1941, ante la incesante necesidad de suministros de Rommel en su campaña africana, permitieron que, bajo la tapadera de una compañía marítima llamada COMERCIAL MARITIMA DE TRANSPORTES, mas conocida como TRANSCOMAR, cuyos socios eran hombres de paja españoles, pero el verdadero capital era alemán, comprara una serie de barcos para transportar material destinado al Afrika Korps.
Un primer grupo de diez barcos (Ostia, San Isidro Labrador, San Eduardo, Isora, Vicente, Adeje, Reamur, San Juan II, María Amalia y Celsius), transportaron para los alemanes, solo en su primer año de servicio, más o menos, unas 125.000 toneladas de suministros. Todos ellos acabaron hundidos o inútiles para navegar por mor de los barcos de guerra ingleses, ataques de la RAF, o víctimas de alguna mina, excepto el Celsius, que sobrevivió a la contienda.
En 1942, la necesidad de mercantes en el Mediterráneo, siguió en aumento, por lo que los alemanes decidieron seguir utilizando buques españoles. Los británicos alertados por todas estas operaciones presentaron fuertes protestas diplomáticas amenazando con retirar los navicerts (los documentos que expedían las autoridades británicas y que certificaban que aquella nave que los llevaba transportaba productos que no iban destinados al enemigo) a la totalidad de la flota española. Ante esta situación las autoridades españolas y frente a la ilegalidad de las operaciones realizadas, las fuertes protestas diplomáticas británicas y la merma que representaba la pérdida de estos buques a la menguada flota mercante española, tomaron la decisión de finalizar estas operaciones, pero aún se ofreció a los alemanes la posibilidad de adquirir, mediante testaferros, a la naviera bilbaína BACHI, seis buques de su propiedad: Bartolo, Juan de Astigarraga, Bachi, Kaudi, Manuchi y Tom, cuatro de estos buques pasaron a operar en el Mediterráneo navegando al servicio de los alemanes bajo bandera española donde dos ellos resultaron hundidos: el Juan de Astigarraga, torpedeado por el submarino británico HMS Torbay a una milla de cabo Mele cerca de Génova con 4 muertos y 22 supervivientes, llevaba un cargamento de naranjas desde Valencia a Génova y el Bartolo, torpedeado y hundido por el submarino británico HMS Taurus . En un primer ataque, el submarino disparó cuatro torpedos que fallaron. Dos horas después lanzó dos torpedos, uno de los cuales dio en el blanco y hundió al vapor español, con el resultado de 8 muertos y 22 supervivientes.
Los más perjudicados en el asunto, fueron los marinos españoles que, simplemente realizando su trabajo en los barcos teóricamente neutrales de su país, se vieron envueltos en la guerra sin ser participes de la misma, lo que costó la vida a unos cuantos.
Hoy es verdad, nos llama la atención ese tipo de servidumbre con Alemania. Pero de aquella, no, ya que estaban muy cerca las ayudas prestadas a España durante la Guerra civil. Entonces, hasta se creyeron obligados hasta compartir horario. Así que, un buen día, el Gobierno decide dejar de utilizar el meridiano de Greenwich, que es el que corresponde a España por su longitud geográfica y adopta el meridiano 15º Este para compartir horario con Alemania. Y aún hoy mantenemos ese horario. Esa ayuda a Hitler, nos trajo después, es verdad, muchos inconvenientes. Pero a toro pasado, no es posible corregir la historia.
ResponderEliminarHay que tratar de ponerse en el momento para comprender ciertos episodios de la Historia.
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