Un libro sobre el matrimonio, algo para lo que a uno no le han preparado en la escuela o el instituto. Anne Tyler nos habla sobre los dilemas, las ambiciones frustradas o los sueños disipados que pueden dejar a la pareja estancada. Su protagonista, Maggie Moran, es una persona de esas que podríamos considerar entrometida, lo hace porque quiere que el mundo funcione como ella lo imagina en su cabeza y, claro, no siempre sale bien, es más, casi nunca sale bien. Si sus entrometimientos no son suficientes para que las cosas sucedan, añade un embarazo o una mala suerte repentina o una muerte en la familia, de modo que el clan debe reunirse y consolarse mutuamente. Impone los acontecimientos a personas que no quieren que les pase nada, temerosas de que si suena el teléfono tengan que recoger a un hijo en la comisaría, personas acostumbradas a la idea de que si alguien necesita mudarse, normalmente significa que ha perdido su trabajo.
Maggie, sorprendida por la vida, que no estuvo a la altura de su luna de miel, se ha convertido en una apuntadora incorregible, empeñada en que los actores del teatro de la vida, transiten por el camino que ella ha imaginado. Es osada, emprendedora y se entrega a su hábito de abrirse a todo extraño que la escuche, lo que contraría a Ira, su marido, quien, poco comunicativo de por sí, ha llegado al punto en que Maggie sólo puede adivinar sus estados de ánimo a partir de sus gestos o de que se retire a su taller para hacer pequeños trabajos domésticos.
Ira soñaba con ser médico, pero después de graduarse en la escuela secundaria, su padre, quejándose de un problema cardíaco, le encomendó el pequeño negocio familiar, así como la tarea de mantener a dos hermanas que no podían casarse ni trabajar, una por una deficiencia mental y la otra por su carácter plagado de complejos. Maggie, en cambio, trabaja felizmente como auxiliar en un asilo de ancianos, un trabajo que empezó cuando terminó el instituto. Su ilusión de que su hijo sería un buen marido y padre se basa en el recuerdo de que una vez, cuando estaba enferma, le dio sopa con una cuchara y se desvivió por la familia. Pero Ira tiene una visión mucho más "realista" y está muy decepcionada de Jesse, y observa en silencio cómo Daisy, su hija (que a los 13 meses ya había aprendido a ir al baño sola y en primer curso ya ponía el despertador una hora antes para planchar y combinar los colores de su ropa para la escuela) se aleja de ellos y se va a la universidad. Maggie no olvida el día en que Daisy se la quedó mirando durante un buen rato con una expresión fascinada en el rostro y luego dijo: «¡Mamá! ¿Hubo un momento consciente en tu vida en el que decidiste conformarte con ser una persona común y corriente?».
Hay dos acontecimientos principales en la novela, por un lado el afán de Maggie para reconciliar a su hijo con su esposa Fiona, de la que vive separado y con la que tiene una niña a la que no ha vuelto a ver desde que cumplió los cuatro años y por otro, un viaje de 145 kilómetros que Maggie e Ira hacen desde Baltimore, donde casi siempre viven los personajes de Tyler, hasta un pueblo rural de Pensilvania donde una compañera de instituto, la mejor amiga de Maggie, ha programado de repente un elaborado funeral para su marido, muerto poco después de descubrir que tenía un tumor cerebral. En su dolor y confusión, Serena, la viuda, espera que el servicio recapitule su boda de 1956, con la lectura de Kahlil Gibran y Maggie e Ira cantando "Love Is a Many Splendored Thing". El tumulto de recuerdos que rodea el funeral lleva a Maggie a tal estado que consigue que Ira deje a un lado sus cartas (su entretenimiento favorito es hacer solitarios) y le haga el amor en el dormitorio de Serena durante la recepción, hasta que Serena los descubre y los echa.
En la familia de Maggie, parece que cada generación empeora a la anterior: su abuelo era abogado, su padre instalaba puertas de garaje y ahora, ella, además de su trabajo en la residencia, no es capaz ni siquiera de conseguir que los tomates que cultiva no salgan bulbosos y deformes.
A pesar de que con este libro ganó el Pulitzer, a mi me parece que le falta la fuerza de El turista accidental, pero lo que sí es cierto es que, de nuevo, Anne Tyler nos ayuda a apreciar a esa especie de héroes anónimos, personas comunes y corrientes que están a nuestro alrededor, cuyas cualidades seríamos capaces de descubrir si tuviéramos el ojo de esta magnífica novelista.
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