Sara Santano (Carmen Machi) es una inspectora de hacienda que ha dedicado toda su vida a la recaudación de impuestos. Después de más de treinta años entregados a la Agencia Tributaria, decide prejubilarse. Sin embargo, el último día recibe el encargo más importante de su carrera: demostrar que Celeste (Andrea Bayardo), la gran estrella musical latina, reside en España y tiene que pagar aquí sus impuestos. Para ello, Sara tendrá que aparcar su vida para recorrer la de Celeste y demostrar que pasó 184 días en el país, ese es el tiempo que Hacienda considera que obliga a una persona a tributar impuestos es nuestro país (la mitad del año más uno).
Claramente inspirada en el caso de Shakira Mebarak o sencillamente Shakira, la universal cantante Colombiana que se vio sumida en una disputa con la Hacienda española por un asunto similar al que cuenta esta serie de seis capítulos producida por Movistar.
Con una magistral y contenida interpretación, Carmen Machi nos sumerge en el mundo de esta mujer, inteligente y concienzuda en su trabajo y bastante normal y cercana en su vida diaria, una mujer de tantas entrada en la madurez que descubre una vida diferente a raíz de desvelar un secreto de su marido fallecido que la llevará a reflexionar sobre su propia existencia.
La realizadora española Elena Trapé, desarrolla una idea de Diego San José adentrándonos en el controvertido asunto de la hacienda pública y los impuestos sin tomar un claro partido por más que el personaje de Sara Santano se nos vaya haciendo familiar y emotivo. Si por un lado seguimos a la inspectora en su afán de conseguir que cada cual pague lo que la ley establece en su convencimiento de que entre todos tenemos que sostener los servicios públicos; por otro, el personaje que interpreta Manolo Solo (un paparazzo que en los últimos años se ha dedicado a seguir a Celeste cada vez que viene a España), representa el sentir de muchos contribuyentes de a pie cuando manifiesta que, por su profesión, está harto de contemplar comilonas en las que los políticos se ponen las botas de marisco y buenos vinos, como para creer que entre todos hemos de pagar esos excesos.
Sea como fuere, Trapé consigue que la historia narrada nos absorba por la manera en que nos cuenta cómo la inspectora trata de conseguir las pruebas que precisa, creando cierto aire de suspense, situaciones que se entremezclan con las de la propia vida personal de la protagonista, a la que vemos en situaciones que contrapesan el posible aire de heroína de los impuestos, ya que nos presenta a una mujer que pela patatas, escucha los concursos de la tele mientras cocina, va al supermercado o limpia el charco de pis que Terry, el perro que era de su difunto marido, le tiene preparado como molesto obsequio, en el salón de su casa, cuando regresa de su jornada laboral. Estas y otras situaciones cotidianas conforman un personaje muy cercano, lleno de humanidad y absolutamente creíble, que trata de adecuar su vida a los nuevos tiempos que su jubilación le depara.
Con algunos momentos de humor, no es exclusivamente una comedia, aunque tenga algunos de sus condimentos, estando alejada de los trabajos a los que Machi nos tiene habituados y su personaje, esa funcionaria gris, nos alecciona sobre su visión de lo que entiende como buenos ciudadanos que contribuyen a la mejoría del bien común, algo a la que ella ayuda con su entrega y su metódica manera de realizar su trabajo, al tiempo que quedan al descubierto las estrategias de algunos famosos (o no famosos), para eludir el pago de impuestos, a veces con el beneplácito de fans y seguidores que a lo peor, ni siquiera tienen para comer al día siguiente, que piden se haga la vista gorda con ellos.