Lucien Marguet 'Lulu' (Didier Bezace) es un policía antinarcóticos que, por un enfrentamiento con un superior, se ve instalado tras una mesa de despacho en labores burocráticas. Gracias a sus contactos, a los dos meses regresa a las calles, un mundo violento en el que Lulu deberá lidiar de nuevo con el déficit de presupuesto económico y de material de trabajo en que está sumida la policía parisina. A pesar del entorno despiadado en el que vive y trabaja todos los días, de alguna manera se las arregla para mantener su humanidad.
El título hace referencia al número del artículo de la legislación francesa sobre salud pública en que se hace referencia al tráfico de sustancias estupefacientes.
Bertrand Tavernier, realizador del film, dedicó la película a su hijo Nils, actor, guionista y director de cine, pero también ex-heroinómano, que en el film tiene el papel de un joven compañero del protagonista.
El día a día de una comisaría como si de un reportaje de esos que nos ofrece la televisión se tratase, pero viendo, no solo las intervenciones policiales, sino los entresijos de la comisaría, la convivencia con los compañeros, cada cual con su forma de ser, con ratos muy agradables, pero también con tensiones y disputas.
Los miembros del equipo responden a estereotipos, en ellos vemos al vago, al incompetente, al trabajador, a la chica que encaja las bromas machistas de sus compañeros como si fuera uno más de ellos, etc. También el pesado y desalentador trabajo burocrático, la obsesión de algunos superiores por las estadísticas y la obtención de resultados...
Que nadie espero un film policiaco al uso, porque lo que Tavernier pretende es otra cosa, una desmitificación de la labor de esta gente, poco menos que abandonada a su suerte, con falta de medios, el despacho instalado en una caseta de obra en la explanada de una comisaría, los trucos a que deben recurrir para que les arreglen la furgoneta, único vehículo de que disponen o para conseguir papel carbón para las copias de los atestados; el difícil equilibrio en sus relaciones con los confidentes y, de paso, un retrato del mundo del menudeo de la droga en los barrios parisinos, mugrientos y poblados de emigrantes africanos que malviven sin papeles y con trabajos precarios, en condiciones miserables.
Un film en el que la realidad está presente, lejos de las obras del cine americano y sus detectives rodeados de épica.
Desolador documento sobre la policía de a pie (esos agentes siempre al borde del colapso anímico y personal), la que se encarga de vigilar, perseguir y capturar a los pequeños vendedores de droga. Sin una línea narrativa específica, la cámara se fija en los detalles siguiendo a todas partes al protagonista, y lo hace casi adoptando las formas de un documental.
ResponderEliminarAunque he dicho que se parece a esos reportajes que a veces nos ofrecen en televisión, en efecto, en este caso, resulta bastante más creíble y realista.
EliminarY, sin embargo, resulta un competente thriller.
ResponderEliminarTambién.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarEstaba viendo ahora mismo el trailer y me fije precisamente en ese papel carbón al que haces referencia, que tiempos aquellos...
No la conocía, apuntada queda.
Saludos!
Creo que refleja muy bien lo que debía ser la vida diaria en una comisaría en aquellos momentos.
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