Jack Flowers (Ben Gazzara), un estadounidense que intenta hacer su fortuna en la década de 1970 en Singapur con el proxenetismo, sueña con ganar dinero dirigiendo el negocio y poder regresar a los Estados Unidos para llevar una vida de lujo. Inteligente y hábil en las relaciones con los demás, entabla amistad con William Leigh (Denholm Elliot), un decente inspector de cuentas que viaja a Singapur todos los años. En última instancia, el trasfondo de la guerra de Vietnam entra en escena cuando la CIA le ofrece a Jack la oportunidad de dirigir un burdel para los soldados estadounidenses con licencia en Singapur.
Producida por Roger Corman, el guión adapta una novela de Paul Theroux, que participa también en la elaboración del mismo, junto a Howard Sackler y el realizador del film Peter Bogdanovich.
Con esa naturalidad con que solo los grandes consiguen hacer sus trabajos, Peter Bogdanovich nos trae una historia aparentemente trivial y sencilla que tiene bastante más fondo del que pueda aparentar.
Protagonizada por Ben Gazzara, un buen actor que no alcanzó la relevancia de las grandes estrellas, pero que tiene en su haber títulos muy interesantes, bien secundado por otro que tal, Denholm Elliot, casi siempre en papeles de secundario de lujo, un actor eficaz y de gran nivel interpretativo.
Jack Flowers es uno de esos personajes desencantados y de vuelta de todo, curtido por la vida, al que interpreta Gazzara con esa media sonrisa tan suya, entre lo sardónico y lo benévolo, que le va muy bien al personaje que, sin querer establecer comparaciones, me ha recordado en algunos aspectos al Rick de Casablanca. También Jack conoce a todo el mundo y, parece que todo el mundo le estima y respeta, menos los chinos que no quieren que se meta en el negocio y les quite parte de las ganancias. Es servicial y atento con los clientes y las chicas se sienten a gusto con él y con trabajar para él, pues dentro de la dureza de su ocupación, al menos se sienten tratadas con cierta dignidad.
A pesar de que sus relaciones con los demás son superficiales, aunque sean de lo más cordial, pero siempre con un trasfondo de hipocresía, Jack encuentra un verdadero amigo en William Leigh, la antítesis de lo que él representa. Buena persona, eficiente en su trabajo, aparentemente insobornable, sin dobleces y fiel a su esposa con la que espera regresar más pronto que tarde a su añorada Inglaterra.
Todo un universo de personajes muy bien dibujados, con esa relación de amistad en primer plano y, de fondo, Singapur, su belleza y esplendor entre lo salvaje y lo civilizado, sus bajos fondos peligrosos, en los que mafias de todo tipo campan a sus anchas compitiendo en corrupción con la propia policía. Singapur, que Bogdanovich pinta como lo que fue en los setenta: el burdel del ejército americano que mandaba allí a sus muchachos con unos días de permiso desde Vietnam para que se desfogaran con las prostitutas y se pusieran de droga hasta las cejas. Como dice Jack al intermediario del ejército que le envía a los jóvenes clientes (interpretado por el propio Bogdanovich): Los engordamos para enviarlos al matadero.
Película prácticamente olvidada, incluso dentro de la propia filmografía de su realizador, a pesar de lo cual, tiene mucho de fascinante por la manera en que está contada, con ese personaje central, escéptico, pero que, en último término, es capaz de sacrificarlo todo por mantener ese poso de dignidad que aún le queda y seguir siendo fiel a un autoimpuesto código de conducta que le hace diferente de los delincuentes de poca monta.
La he visto hace relativamente poco, suscribo lo que dices, me parece una buena película injustamente olvidada. Gazzara estupendo, y eso que no está dirigido por el que le sacaba el mejor provecho: Cassavetes.
ResponderEliminarYo creo que es de esas películas que tiene más de lo que uno espera y la crítica a la actuación norteamericana con sus soldados en Vietnam enviándolos de relax a Singapur, convertido en prostíbulo de retaguardia, no puede ser más explícita.
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