Anhelando poseer una pequeña parcela de tierra y ser algo más que un simple sexador de pollos, el ambicioso Jacob Yi (Steven Yeun), traslada a su familia coreano-estadounidense, compuesta por la escéptica esposa, Monica (Yeri Han), y sus hijos, David (Alan S. Kim) y Anne (Noel Cho), desde California a las zonas rurales de Arkansas en los años 80, para comenzar de nuevo y alcanzar el escurridizo Sueño Americano. Sin embargo, los nuevos comienzos siempre constituyen un desafío, y descubrir qué es lo mejor para la familia y, mucho más, poner en marcha una granja de 50 acres para cultivar y vender frutas y verduras coreanas, es más fácil de decir que de hacer. Pero, en medio de promesas sinceras, malestar cultural, esperanzas fugaces y la amenaza constante del desastre financiero, Jacob está convencido de que ha encontrado su propia porción del Edén en la tierra rica y oscura de Arkansas.
Minari no es un nombre común, al menos para la cultura occidental. Pero si nos trasladamos a la oriental, veremos que están un poco más familiarizados con el término. Conocido también como perejil japonés o apio chino, es un vegetal que, una vez muere y llega su segunda temporada, renace y crece aún con más fuerza.
Según Lee Isaac Chung, realizador y guionista del film, “hay un elemento de eso en la película, porque crece de manera muy expansiva sin necesidad de muchos cuidados. Es una planta poética en cierto modo para mí”.
La actriz Yuh-Jung Youn, que interpreta a Soonja, la abuela sabia de la familia en la película, sostiene que también el Minari tiene diferentes usos en la cocina según se vaya combinando con otros alimentos. Pero remarcó que no tiene un aroma muy rico. “Es maloliente” afirma.
Como ha reconocido el realizador, la película tiene mucho de autobiográfica y el añadido al título que se le puso en España, "Historia de mi familia", es acertado, pues en ella cuenta sus propias experiencias como niño de una familia coreano-estadounidense que vivió situaciones similares.
Es un film con un cierto tono intimista y reflexivo en el que se nos narran cosas cotidianas, nada extraordinario, como mucho pequeños héroes anónimos, luchadores sencillos, como tantos y tantos, porque la vida misma plantea un diario desafío, sobre todo ante imprevistos y ante situaciones que pueden antojarse nimias pero que suponen un gran obstáculo para quienes las sufren en ese momento.
El film reposa básicamente en los personajes, aunque técnicamente esté bien hecho y su fotografía sea más que digna, tampoco es que se dedique a sacar demasiado partido del paisaje o el entorno, aunque cuando lo hace, lo haga con gusto, así que es la historia en sí misma y la de quienes la protagonizan lo que destaca del film, descollando esa relación entre abuela y nieto, cada vez más estrecha y afectuosa partiendo del absoluto rechazo del niño por una abuela que, para él, no lo es tal, pues no sabe hornear galletas, dice palabras malsonantes y viste ropa interior de hombre. Ambos son un encanto y los tiras y aflojas entre ellos, con ese tratamiento humorístico que los preside, resultan entrañables.
Por oposición, el matrimonio se va alejando cada vez más, sus visiones contrapuestas les empujan en contrarias direcciones. Él convencido de que su sueño de haber encontrado el Edén en la Tierra, va a ser una realidad y ella, más pragmática, abogando por no endeudarse y sacar adelante a su familia en un entorno más seguro como el que les ofrecía California, de donde han venido para embarcarse en una aventura a la que no le ve futuro.
Y de fondo, el desmontaje del Sueño Americano, algo que se convierte en una especie de entelequia para muchos y que solo alcanzan unos pocos, precisamente a los que se pone de ejemplo entre sus defensores. Pero, ¿cuántos no lo alcanzan y se ven devorados por el implacable sistema? Y algunos de los que lo hacen, es a costa de dejar su vida entera para que, en el mejor de los casos, sea la siguiente generación quien lo disfrute o, quien haya de seguir peleando por no perder lo poco que han conseguido en relación a lo mucho que han invertido en tiempo, dinero y salud.
Entiendo a quienes esta película no les diga demasiado, de hecho pasó sin pena ni gloria por la SEMINCI vallisoletana, pero para otros muchos supone una pequeña joya, un relato sin estridencias del día a día de una familia normal en un ambiente no siempre amable, pero tampoco hostil, al menos no más que para otros tantos y, aunque plantea el problema de la diferencia de culturas, lo hace sin melodramas y sin buscar confrontaciones que molesten al espectador.
Yo creo que es una película sencilla, pero no simple, con algo poético en su construcción sin caer en la pedantería y de la que se puede disfrutar, como se disfruta de las pequeñas cosas cuando se consigue apreciar lo mucho que encierran dentro.