Novela con que se cierra esta esta especie de trilogía autobiográfica que comenzó con Historia de una maestra y continuó con Mujeres de negro, un homenaje a aquellas maestras republicanas que se vieron envueltas en la vorágine de los acontecimientos que siguieron al alzamiento del 18 de julio del 36 y que quedaron apartadas de lo que era su vida y su sueño de educar a la generación que había de sucederlas.
En esta tercera entrega, de nuevo Gabriela toma la voz para conducir al lector por este tramo definitivo de su vida, con el regreso a la patria desde el exilio mexicano, una vez fallecido el dictador.
Encerrada en sus recuerdos y en el amor por su nieto Miguel, que no puede estar a su lado, pues anda de un lado a otro del mundo, será su hija Juana quien le sirva de soporte familiar, aunque ella tiene su vida junto a su marido, absorbida también por las tareas políticas dentro del Partido Socialista.
Relato de una época en que las fuerzas sociales y políticas deciden enterrar desavenencias y ponerse a trabajar para sacar adelante un texto constitucional que sobrevuele por encima de ideologías, primer paso para la construcción del estado moderno que reclaman los tiempos si España no quiere perder, una vez más, el tren de la modernidad.
Al tiempo, asistimos al deterioro físico de Gabriela, que da por concluida su etapa vital al verse superada por el tiempo y el declive físico, convirtiendo asimismo el relato, en una crónica de sentimientos que nos ayudan a entender la vejez y los sentimientos de abandono y soledad que algunos de nuestros mayores pueden experimentar cuando entran en la última etapa de su vida.
Tal vez una de las mejores novelas escritas sobre la vejez y el estado de demencia en que entra Gabriela tras haber vivido una existencia plena de experiencias, buenas y malas, siempre luchadora y jamás dispuesta a rendirse ante las adversidades del destino.
Qué quieres que te diga. Los que tenemos ya muchos años, nos vemos perfectamente retratados en esta novela de Josefina R. Aldecoa, porque describe magníficamente los problemas que arrostramos los que ya no somos de ayer. Además, que caray, somos conciudadanos, ya que procedemos de la misma región leonesa.
ResponderEliminarYo, si estiras solo un poco las artificiales líneas políticas que separan los territorios, también me siento paisano de ella, y casi sin estirarlas.
EliminarPor cierto, aún recuerdo, de niño, jugando en los alrededores de la casa de mi abuela, el casi incesante transitar de los camiones de cementos El Roble por la Nacional VI, viniendo desde La Robla con sus entrañas cargadas de hormigón.
No he leído a Josefina; pero sí al que fue su marido, Ignacio Aldecoa, y me parece un escritor imprescindible. Pero, qué raro, la gente apenas habla de él, o esa es mi sensación.
ResponderEliminarEsta me la apunto. Siempre digo lo mismo: me apunto muchos libros y, luego, no tengo tiempo para leerlos... Supongo que la gente, en especial los amigos, se mosqueará al comprobar que no leo lo que digo que me apunto... Ja, ja.
Saludos,
Marcos M.
Ignacio es un escritor casi olvidado hoy, una lástima, sus "Cuentos Completos", sobre todo la edición que hizo Josefina tras su muerte, son una joya de la literatura española contemporánea.
Eliminar