El prestigioso periódico británico The Observer, ha contratado a un actor llamado Steven (Steve Coogan) para hacer una ruta gastronómica por el norte de Inglaterra. Pero no todo sale bien: su novia – que le iba a acompañar en la aventura – le deja antes de partir, y no tiene más remedio que pedir a su estrafalario amigo Rob (Rob Brydon) que le acompañe.
Hay quien se aburrió miserablemente con este film del que encontraréis por ahí críticas (de aficionados, no me refiero a las de los especialistas) que la arrastran por los suelos.
No es mi caso, me ha divertido y me ha llamado la atención el planteamiento.
En principio fue concebida como una serie producida por la BBC; a continuación, de los seis capítulos programados, pasó a tener sólo tres y, al final, se convirtió en una película.
El planteamiento es sencillo, dos amigos (pero no muy amigos), actores conocidos (pero no grandes estrellas) en su país, inician un viaje cuyo objeto principal es visitar restaurantes para escribir sobre sus experiencias gastronómicas en un periódico de gran tirada.
Es la excusa, en el film apenas se habla de comida y un poco de los paisajes que atraviesan, para convertirse básicamente en una historia sobre los anhelos, ambiciones y frustraciones de dos personas en cierto modo antagónicas: Rob es bastante feliz en su vida, con su esposa, su bebé y la modesta casa en que vive; Steve, aparentemente con más caché (eso es lo que se desprende de la lectura entre líneas, pues tampoco se dice claramente), con éxito entre las mujeres (cada día del viaje se liga a una chica y se la lleva a la cama) y ofertas de trabajo bastante interesantes, incluso a largo plazo, con un hermoso apartamento en la ciudad, que tiene espléndidas vistas y está decorado con gusto y lujo, sin embargo se ve frustrado y solo, sin nadie que acompañe su vida de persona vacía ahogada en su propia vanidad.
La película son, en gran medida, los diálogos entre estos dos personajes, con momentos brillantes y divertidos (no de risas o carcajadas) y un trasfondo colateral de cierta parodia a los restaurantes y las comidas de diseño.
Es cierto que, vista en España y por un español, el film pierde algo de su encanto, pues hay una parte importante en que los actores imitan las voces de personajes y actores (Roger Moore, Michael Caine...) y claro, si aquí estamos acostumbrados a ver estas pelis dobladas, no apreciamos esas imitaciones, a no ser que estés dispuesto a tragarte de una tacada los films de estos y otros actores a los que se parodia, en versión original, y son unos cuantos además de los citados (Woody Allen, Connery, Pacino y unos cuantos más).
Por otro lado y, además de esto, las referencias cinematográficas son constantes (incluso hay un cameo de Ben Stiller) y también las que se hacen a dos pilares de la literatura romántica inglesa, Wordsworth y Coleridge, de los que declaman pasajes enteros. Un guiño que se entiende más desde la cultura británica que desde la nuestra, pues ambos cantaron a la región que nuestros protagonistas atraviesan en su viaje.
La película es divertida, pero quizá difícil de sacarle su chispa sin conocer con cierta profundidad la cultura británica. Es un humor cotidiano, que aprovecha situaciones cercanas y con el que, si logras conectar, pasas un rato muy divertido. Una propuesta diferente, incluso arriesgada de Michael Winterbottom, de la que opino sale airoso.