Londres, 1969. Dos actores en paro, Withnail (Richard E. Grant) y Marwood (Paul McGann), hartos de la humedad, el frío, montones de platos sin fregar, traficantes de drogas pirados e irlandeses psicóticos, deciden dejar su sórdido piso de Camden Town para pasar unas vacaciones idílicas en una casa de campo, por cortesía de Monty (Richard Griffiths), el tío de Withnail. Pero cuando llegan allí, llueve sin parar, no hay comida y sus habilidades básicas de supervivencia resultan algo limitadas. Las cosas no mejoran con la llegada del tío Monty, que muestra un incómodo interés hacia Marwood.
Curiosa película fuera de cualquiera de los cánones habituales, convertida en film de culto en el Reino Unido, prácticamente desde su estreno.
Una pareja de decadentes actores en paro centran el discurso del film en el que los momentos cómicos vienen casi siempre de la mano de los secundarios, pero también de esta pareja de bohemios que lo poco de que disponen se lo gastan en vicios, sobre todo, drogas y alcohol a mansalva, huyendo del estereotipo que se nos presenta normalmente de gente marginal y, en cierto modo, despreciable, esta parejita parecen salidos de la clase media cultivada, pero se muestran totalmente ineptos para todo lo que no sea deambular por ese mundo del arte y la cultura, en el que, por lo que se ve, tampoco encuentran salida a sus propósitos.
Dice su director y guionista, Bruce Robinson, que muchas de las cosas que se cuentan forman parte de su propia experiencia en la época en que aspiraba a ser actor y, de hecho, algunas de las frases que se oyen al tío Monty, reproducen las que le dirigía a él mismo el director italiano Franco Zeffirelli durante el rodaje de Romeo y Julieta en el que no paró de insinuarse (y algo más), como hace Monty con Marwood.
No vayan esperando carcajadas, quizá ni siquiera sonrisas, pues su humor es muy particular y nada estridente, hasta el extremo de que mucha gente queda decepcionada cuando la ve, esperando que sea una comedia al uso, cuando es más una historia de decadencia y redención.
Una anécdota: La proyección de prueba con público, pareció ser un desastre total, el público se sentó en la sala con cara seria y no sonrieron ni una sola vez. Cuando concluyó la proyección, el director y guionista Bruce Robinson, estaba totalmente angustiado, hasta que descubrió que la audiencia estaba compuesta en su totalidad por turistas alemanes, que se alojaban en un hotel cercano y que no hablaban inglés.
La película de los dos bohemios desempleados parece bastante buena de ver, especialmente los disfraces que parecen reales en la ubicación del año viejo.
ResponderEliminarTengo tanta curiosidad por verlo.
Saludos de amistad, Trecce.
Es curiosa.
EliminarMe ha llamado la atención, a menudo el mejor humor es el que no provoca carcajadas.
ResponderEliminarEso es cierto.
Eliminar