1931. Mike Sullivan (Tom Hanks) y Connor Rooney (Daniel Craig) son dos esbirros del anciano gángster irlandés-americano John Rooney (Paul Newman), el padre de Connor, que ha criado a Sullivan, desde que este quedó huérfano, como si fuera su propio hijo.
A pesar de ser un asesino, es un buen padre de familia, amante esposo y ferviente católico. Una noche de lluvia, Sullivan sale junto a Connor, a realizar un trabajito. El inocente primogénito de Sullivan, Michael Sullivan Jr. (Tyler Hoechlin), que no sabe en qué trabaja su padre, decide colarse en el asiento de atrás del coche cuando se entera de que su padre va a trabajar, para tratar de descubrir a dónde va, y es testigo de un ajuste cuentas. Los celos por el amor que su padre le profesa a Sullivan y el temor a dejar testigos del crimen, impulsan a Connor a acabar con el pequeño y con Mike y de paso con el resto de la familia, pero solo consigue asesinar a la mujer y al menor de los Sullivan. Destrozado y deseoso de venganza, Michael y su ya único hijo emprenden una peligrosa huida hacia Perdición, un pequeño pueblo costero donde esperan encontrar la paz.
Sullivan solicita asistencia a un lugarteniente de la banda de Al Capone, Frank Nitti (Stanley Tucci), pero cuando este se niega a ayudarle, Mike y su hijo, comienzan una serie de robos en bancos donde está depositado el dinero que va a ser blanqueado por el sindicato del crimen. Con esta táctica, Sullivan espera forzar a Capone para que le entregue a Connor a cambio del dinero, pero mientras tanto, Nitti ha despachado al asesino Harlen Maguire (Jude Law) para matar a Sullivan y a su hijo.
Basada en la novela gráfica del mismo título de Max Allan Collins y Richard Piers Rayner.
El guión sigue de manera bastante fidedigna la trama del comic.
Con un plantel envidiable en el reparto, destaca el buen momento de todos ellos, y la presencia de Paul Newman en el que sería su último papel en el cine, una presencia imponente a pesar de su pequeño papel, por el que fue nominado al Oscar al mejor actor de reparto.
Magníficamente fotografiada y con una banda sonora muy conseguida, la película cuenta también con una estupenda ambientación y la verdad es que lo tiene todo para ser recordada como una de las grandes creaciones del género.
El film nos hace evocar las grandes películas del género en blanco y negro y, aunque es cierto que no llega al nivel de los grandes títulos del cine negro, es de una factura técnica impecable y sabe sacar partido de la original historia en que se basa.
La película tiene una segunda lectura, aparte de la historia de ganster, y es la relación entre padre e hijo, plagada de silencios y dificultades, no en vano, el niño adora e incluso admira al padre, pero este no deja de ser un asesino y el muchacho sabe de sobra que aquello está mal. Ese discurso de la dificultad que supone la lealtad y el amor entre padres e hijos aún en circunstancias tan especiales como esta, está presente en toda la película, no solo en el caso de los Sullivan, sino de John y Connor Rooney.
En definitiva, un film entretenido donde los haya, con un buen ritmo a pesar de que no tiene empacho en mostrarnos detalles y en ralentizar la acción cuando esta lo requiere, con unos cuantos planos y encuadres de esos que maravillan al espectador. Perfectamente planificada y rodada, quizá al film le falte un poco de pasión para llegar a la categoría de memorable.
Pues mira ignoraba, que este fue el último trabajo del bueno de Newman.
ResponderEliminarSalud Trecce.
El alguna película en la que ha intervenido después, solamente ponía la voz, pero no aparecía.
EliminarEsas son las pelis que más me gustan. He disfrutado leyendote el argumento y de la colección de buenos actores.
ResponderEliminarTal como dices, en los años 70 y 80 se producian muchas peliculas de este estilo y que eran magistrales.
También era muy bueno el cine inglés en argumentos policiacos.
Esta recuerda a aquellas películas de gansters, muchas de ellas en blanco y negro. Aquellos tipos con sombrero, traje cortado a medida y aquellos abrigos o gabardinas bajo los que se escondía un verdadero arsenal y que se movían con la misma soltura en una fiesta de etiqueta que en un burdel de los barrios bajos.
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