Jalaluddin Mohammad Akbar (Hrithik Roshan), es un príncipe mogol, cuyos territorios se extienden por la zona norte del Indostán. En su afán por expandir el imperio hacia el centro de la India, Akbar se enfrenta a diversos rajputs, a los que primero ofrece la rendición y la incorporación a su reino, pero si se niegan, como hacen muchos de ellos, arrasa sus territorios a sangre y fuego.
Uno de los gobernantes que pacta con él, es el Raja Veer Bharmal (Kulbhushan Kharbanda), que para asegurar su alianza con Akbar, le entrega como esposa a su hija Jodhaa Bai (Aishwarya Rai Bachchan).
Sin embargo, el matrimonio entre ambos, que se celebra con gran pompa, no será un camino de rosas, Jodhaa no está dispuesta a ser un mero elemento decorativo, un objeto que se entrega como presente para afirmar un pacto, y pone una serie de condiciones, en primer lugar, conservará sus propias creencias, ella es hindú y su esposo musulmán y además, como quiera que acaban de conocerse, Jodhaa no se entregará a Akbar hasta que él logre conquistar su amor.
En adelante, el principal objetivo de Akbar no serán las conquistas territoriales, sino conseguir atraer a su propia esposa.
El guión, del propio realizador del film, Ashutosh Gowariker (Lagaan), recrea de manera idealizada el periodo histórico correspondiente al siglo XVI, en el que este hombre, Jalaluddin Mohammad Akbar, se apoderó del norte y centro de la península indostaní, donde trató de conciliar las diferencias entre los dos pueblos que convivían, separados sobre todo por motivos religiosos difíciles de conciliar, al parecer fue un personaje abierto, tolerante y amante de las artes, además de un gran guerrero.
La película, al gusto de Bollywood, es larga, casi cuatro horas, que se pasan de manera agradable, aunque parezca mentira. Con un gran presupuesto a su disposición, Gowariker, hace todo un despliegue de figurantes, pero también de medios, sobre todo en las dos escenas de batalla (al principio y al final del film), en las que aparecen elefantes, caballos y, por supuesto, como decimos, gran cantidad de extras.
Los decorados son grandiosos y para algunas de las escenas se han utilizado palacios y otros monumentos reales; a ello hay que unir el suntuoso vestuario, de la diseñadora Neeta Lulla, todo un referente, no sólo en la India, sino fuera de sus fronteras.
Una fotografía muy conseguida y una banda sonora, que lleva la firma del oscarizado A.R. Rahman, que resulta fascinante, con unos cuantos cortes, también tan del gusto del público indio, que son auténticas maravillas, con coreografías esplendorosas, en alguna de la cuales vemos en pantalla más de cien bailarines reproduciendo figuras caleidoscópicas. Todas las canciones son muy buenas, pero a mí me gustó especialmente la escena musical que se corresponde con la boda de ambos protagonistas.
Con un agradable sabor añejo de aquellas antiguas superproducciones norteamericanas, todo en la película es grandioso y, quizá, un tanto decadente, pero pasado por el tamiz de los medios y las técnicas actuales, un cine que, ahora mismo, sólo se hace en Bollywood, porque allí gusta este tipo de películas "excesivas" y a quienes nos atrae el cine, nos hace disfrutar viendo estas historias sencillas de amores envueltos en enredos, un tanto infantiles, pero en las que no hay que pensar demasiado para seguir el hilo de la trama y acompañadas de esa especie de interludios musicales, tan bien coreografiados, que actuan también como entretenimiento para distraerse un poquillo en films de tan largo metraje y que resultan de lo más agradable.
Una peli para disfrutar, protagonizada por dos auténticas bellezas, el imponente Hrithik Roshan y la bella Aishwarya Rai, otro aliciente más para quienes se conformen con el disfrute puramente visual, que no es poco.
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