miércoles, 8 de mayo de 2024

YO CREO EN TI

 


En 1932, Frank Wiecek (Richard Conte) fue condenado a 99 años de prisión por el asesinato de un policía, un crimen que no cometió. Once años después, su madre, que fregando suelos ha ahorrado 5.000 dólares, centavo a centavo, publica un anuncio ofreciendo ese dinero como recompensa para quien le dé la información que permita descubrir al verdadero criminal. El periodista P.J. McNeal (James Stewart) inicia una investigación, al principio de forma escéptica, pero cuando se va convenciendo de la posible inocencia de Wiecek, se encuentra con la resistencia de las autoridades, reticentes a asumir que han podido equivocarse.


El guion desarrolla una historia real que encontró reflejo en una serie de artículos publicados en el Chicago Times por James P. McGuire, por los que obtuvo el Pulitzer
A Brian Kelly (Lee J. Cobb), director del diario donde se publica el anuncio, éste le llama la atención e inmediatamente envía a McNeal que, en su investigación, descubre una trama de corrupción policial y desidia administrativa que le hacen cambiar de opinión sobre la culpabilidad de Wiecek.


Además de dejar al descubierto las lagunas de un sistema capaz de enviar a un inocente a la cárcel prácticamente de por vida, el film plantea otro asunto que a mí me ha parecido de lo más interesante en estos tiempos de tertulianos (¡ojo!, algunos licenciados en ciencias de la comunicación) que hablan de cosas que no dominan; de medios que optan en reafirmar creencias previas para mantener a sus lectores que lo que desean es ver zarandeado al contrario; de una transición al soporte digital que ha hecho que algunos confundan la información y la opinión con el espectáculo a la búsqueda de la viralidad, Henry Hathaway, nos acerca un tema que es tan viejo como el propio periodismo aunque algunos crean que es de ahora: ¿Qué prefieres, el titular o la información seria? Quienes optan por lo primero, buscan lectores en el inmediato plazo, mientras los que optan por lo segundo van tras el lector que prefiere la seriedad y la confianza en lo que lee, porque confía en el medio en que escribe.
El protagonista, cuando le encargan trabajar en el asunto de la condena de Frank Wiecek y el anuncio que ha puesto su madre en el periódico, opta por el sensacionalismo, introduce la historia de la madre y de la esposa que se separó a instancias del propio Wiecek para que su hijo pudiera tener otro apellido que le liberara de las burlas de conocidos y compañeros de colegio. El éxito es inmediato, a la gente nos va el morbo, hasta que el propi Wiecek le para los pies y le pide que deje de lado a su familia, prefiere estar en la cárcel para siempre que exponer a los suyos a la presión de la calle.
McNeal reacciona de forma positiva y, a partir de ese momento, comienza a trabajar como un periodista serio, buceando en las fuentes, siempre con los papeles de anotaciones en su bolsillo y a argumentar ante los dueños del periódico, sujetos a la presión de las autoridades, sobre la conveniencia de seguir adelante con el caso.
El film, que Hathaway quiso que se rodara, a ser posible, en los escenarios reales que McGuire había visitado, con tono de documental, sin música, nos presenta un retrato de Chicago espeluznante: una ciudad corrompida donde los inmigrantes malviven en barrios depauperados a la sombra de los nuevos rascacielos.
La nómina de secundarios que acompañan a un joven James Stewart, garantiza la calidad de una película que se transforma, de este modo, en un homenaje a lo mejor de la profesión periodística.




4 comentarios:

  1. Es una genial película adoro al protagonista. Te mando un beso.

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  2. Un ejemplo lo podemos ver con cierto juicio que se ha celebrado hace nada en Tailandia. El morbo en grado sumo.

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