Tras los muros de la superpoblada penitenciaría Westgate imperan el miedo y la violencia. El alcaide de la prisión tiene menos poder que los presos principales y los guardias, y el jefe de éstos, el capitán Munsey (Hume Cronyn), un pequeño dictador que se vanagloria de su poder, mantiene hacinados a los presos y además, los somete a constantes torturas y vejaciones. Joe Collins (Burt Lancaster) y sus compañeros de celda, hartos de la situación, deciden organizar una fuga. Un plan temerario que tiene muchas posibilidades de acabar en un baño de sangre.
Cuando tus argumentos descansan en la fuerza bruta, puedes encontrarte con lo que no esperas, la reacción desesperada y suicida del sometido.
Y es que la película, además de otras cosas, es una especie de parábola sobre los totalitarismos. Verla ahora, en estos malos tiempos que atravesamos, ha traído a mi mente imágenes bien recientes, al ver al jefe Munsey, en camiseta, con un hombre esposado a una silla al que está torturando en su despacho que preside una foto de él mismo colgada en la pared. Es claro a qué tipo de personajes dictatoriales quería retratar Jules Dassin en su película, hecha apenas dos años después de terminada la II Guerra Mundial, pero a mí me ha resultado todo muy "putinesco".
Los reclusos viven resignadamente su encarcelamiento, con proyectos de fuga que saben que no van a llevar a cabo y en los que, muchos de ellos, se niegan a participar. Pero cuando les aprietan las clavijas de forma injusta, cuando las vejaciones suben de tono y la mano dura impone su disciplina, el frágil orden establecido se quiebra, ya nada importa y están dispuestos al suicidio, porque eso es el intento de fuga que proyectan, pero ya todo da igual llegados a este punto.
El agobiante ambiente carcelario y, también, la monotonía del mismo, se relajan de cara al espectador con unos cuantos flashback bien colocados a lo largo del film, en los que podemos ver, brevemente, situaciones concretas de la vida pasada de algunos de los inquilinos de la celda R-17, en alguno de los casos, el motivo que les ha llevado a prisión. Hay que señalar que estas escenas no estaban en el proyecto original de Dassin y fueron los productores quienes idearon su inclusión con el objetivo de que aparecieran mujeres en la película, pero quedan muy bien.
Algunos verán en la película el típico drama carcelario, pero esas escenas típicas vienen, en cierto modo, de este film que fue el primero que introdujo algunos aspectos hasta entonces poco o nada tratados en este tipo de películas. Fiel a sus ideas que, a la postre le llevarían al exilio al verse incluído en la lista negra de Hollywood durante el macarthismo, Dassin postula un sistema penitenciario basado en el respeto a los reclusos y su película es, en cierto modo, una denuncia del sistema penal norteamericano, criticando el uso violento y caprichoso del poder, no me extraña que el senador McCarthy y sus secuaces le tuvieran entre ceja y ceja.
Recuerdo que me gustó bastante. La película posee, efectivamente, una enorme carga simbólica. Y no es para menos, teniendo en cuenta el contexto de caza de brujas que se respiraba por aquel entonces en EE.UU.
ResponderEliminarLa verdad es que lograron colar unos cuantos mensajes sobre la libertad y el respeto a los seres humanos que no tienen nada de subliminal, son bastante explícitos.
EliminarHola.
ResponderEliminarNo la he visto, tomo nota porque creo que con esos mensajes y simbolismos me va a gustar.
Feliz miércoles.
Pienso que merece la pena.
EliminarInteresante
ResponderEliminarla he visto
En efecto, creo que lo es.
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