SIN TIEMPO PARA MORIR

 

Bond (Daniel Craig) ha dejado el servicio secreto y está disfrutando de una vida tranquila en Jamaica. Pero su calma no va a durar mucho tiempo. Su amigo de la CIA Felix Leiter (Jeffrey Wright) aparece para pedirle ayuda. La misión de rescatar a un científico aparentemente secuestrado resulta ser mucho más arriesgada de lo esperado, y lleva a Bond tras la pista de Lyutsifer Safin (Rami Malek) un misterioso villano armado con una nueva y peligrosa tecnología.

Aunque ya habíamos tenido atisbos en alguna entrega anterior, en esta ocasión la franquicia se alinea de forma definitiva con lo políticamente correcto. Bond ya no es el play boy con una novia en cada puerto, poco menos que de usar y tirar, aquí se enamora, tiene una hija y da a entender que está dispuesto a seguir adelante con la misma relación. Las mujeres toman más protagonismo, pasan de ser únicamente objeto de deseo a tener parte activa en combates e incluso vemos a la sucesora del jubilado agente, la que ha heredado su mítico número 007, una mujer y, además, de color. Por cierto, muy bien Ana de Armas, con un personaje divertido y buena química con el protagonista, bastante más que la que aparenta tener con Lashana Lynch.

Y como diría nuestro querido Porky, eso es todo amigos. La verdad es que aquí podría zanjar el asunto y dar por terminada la crónica del film que resulta repetitivo, acudiendo a las licencias de siempre en el guión y todas esas cosas. La película está bien hecha, faltaría más con el pastón que se han gastado, pero uno tiene la sensación de que, de seguir por este camino, el bueno de Bond, no da más de sí, aunque alguien vendrá a desmentirlo en alguna película futura, es lo que deseo, por el bien del cine y lo que esperan, seguramente, los incondicionales del personaje de Ian Fleming.