Carlos (Fernando Fernán Gómez) es un joven que tiene desde niño fijación por el cine. Ahora, casado con Ana (María Dolores Pradera), ha conseguido convertir su afición en un medio de vida al convertirse en reportero gráfico. Pero el mismo día que comienza la Guerra Civil ocurre algo que le hace renegar de las cámaras para siempre, hasta que un amigo de la infancia casi le obliga a ver Rebeca de Hitchcock para que recupere la ilusión y ruede una película.
Principio y fin de la carrera cinematográfica de Llorenç Llobet-Gràcia por mor de los problemas que tuvo con la censura a la hora de sacar adelante un film que presenta una visión demasiado crítica sobre la Guerra Civil desde la óptica de los vencedores. Problemas que, además de la ruina del empresario de transporte y cineasta aficionado que era Llobet-Gràcia, que se vio obligado a echar mano de fondos propios y de su familia ante la negativa de la concesión del crédito sindical con el que ya contaba, darían al traste con la película que fue estrenada cinco años después de terminada, en cines considerados de segunda categoría y solo después de unos cuantos recortes realizados sin contar con el realizador y que, al parecer, desvirtúan bastante el film.
El caso es que en 2012, la filmoteca catalana, lleva a cabo una restauración del original antes de que la censura pasara sobre él. Antes, Ferran Alberich, había realizado una restauración (1983), para la Filmoteca Nacional.
Si se contempla de manera superficial, vemos una película antigua, desfasada en muchos aspectos, con algunos diálogos que, incluso, resultan algo ridículos, pasajes cargados de afectación y unos decorados que, en la secuencia cumbre del film, parecen de baratillo.
Entonces ¿qué es lo que ha convertido este film en una especie de película de culto para los cinéfilos?
En primer lugar, es indudable que se beneficia de la presencia de Fernando Fernán Gómez que, aunque ya había participado en unas cuantas películas, era entonces casi un desconocido y también está la peripecia personal del propio realizador, un empresario del transporte muy vinculado a Sabadell, aunque había nacido en Barcelona, enamorado del cine y del que la vida del protagonista de la película tiene algo de autobiográfico.
Pero es que, además, la película nos regala planos, situaciones y movimientos de cámara que eran muy modernos para la época y que nos hacen pensar enseguida, qué hubiera llegado a hacer Llobet, si su carrera no se hubiera truncado de manera tan triste como injusta.
Muchos de los defectos del film, sobre todo en cuanto a decorados y desarrollo de la historia, son de sobra explicables por el escaso presupuesto del film que, supongo, hicieron con cuatro perras y que obligan a echar mano de la imaginación haciendo de la necesidad virtud y demostrando auténtico dominio en la economía del lenguaje cinematográfico (el verbal también es escaso, pero supongo que eso es por gusto propio del autor, amante del cine mudo que representa para él la pureza del arte), acudiendo a repetidas elipsis que nada nos hurtan del relato, ejecutadas con gusto y acierto. Y para acabar, está la propia historia que narra, un homenaje al cine y al amor que siente por él Llobet, encarnado en el protagonista de la película. Nos lo cuenta de pe a pa, desde que era un niño y acudía como espectador a las salas, hasta que, aún adolescente, comienza a utilizar la cámara que le regala su padre (como le sucedió al propio realizador catalán). Y nos lo cuenta de una manera que llega a conmover por la mezcla de ingenuidad y arte que transpira todo el film.
Vista la película, la pregunta que le queda a uno es cómo puñetas podían ser tan mentecatos como para poner obstáculos a una película que no tiene nada de crítica al régimen imperante, que en algunos momentos más bien parece que se esfuerza por mantenerse dentro de los cánones más prudentes (el protagonista se pasa al bando rebelde para ejercer de aviador o, el personaje de María Dolores Pradera poniéndole velas a La Moreneta). Es evidente que todo viene por las escenas de preguerra y los momentos de la sublevación en Barcelona, pero hay que ser incluso malvado para sacarle punta a eso, cuando realmente no contiene nada que pudiera considerarse peyorativo para los vencedores. En fin, cosas del momento que, vistas hoy, no se comprenden salvo pensando que había detrás espíritus enfermizos y malevolentes.
Como bien señalas, los diversos avatares que padecieron tanto la película como el director la han acabado convirtiendo en uno de los títulos de culto del cine español. Por lo menos, en los últimos años se le hizo justicia. Recuerdo que cuando se presentó en la Filmoteca de Catalunya la versión restaurada vinieron sus familiares (lamentablemente, él falleció en 1976). Fue muy emotivo.
ResponderEliminarFue una lástima lo de este hombre tan enamorado del cine.
EliminarHola.
ResponderEliminarHabía oído hablar de esta peli por lo que comentas; la censura y todo lo que pasó. El rodaje fue durísimo, María Dolres estuvo enferma y Fernán Gómez se desesperaba...
No la he visto y me encantaría, a pesar de los decorados de baratillo y la ingenuidad que destila.
Muy feliz día y gracias por la reseña.
PD. Obviamente había espíritus enfermizos y malevolentes.
Sin duda los había, no hay otra explicación.
EliminarQue tal Trecce!
ResponderEliminarAnotada queda, se agradecen estas recomendaciones.
Saludos!
Es historia de nuestro cine, a veces desconocida.
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