Simón Cárdenas es un universitario que se saca unos dinerillos para ayudarse en sus estudios, como autor de crucigramas para un periódico sevillano. Un día recibe un mensaje en su contestador. Debe incluir la palabra «Arlequines» en su próximo crucigrama. Si no obedece la orden su vida y la de su madre y hermanas, podría complicarse seriamente. Más que un chantaje parece una broma de mal gusto. Arlequines, seis horizontal, día catorce.
Cuando el tren de alta velocidad Madrid-Sevilla sufre un atentado, Simón no puede evitar relacionarlo con el mensaje. Una serie de indicios parecen implicar a su compañero de apartamento. A medida que va descubriendo las piezas del macabro juego en que está envuelto, Simón se da cuenta de que las personas que le rodean desempeñan un papel muy distinto del imaginado por él. Nadie es lo que parecía ser... Nadie conoce a nadie.
Es evidente que Bonilla, Premio Nacional de Narrativa 2020, sabe escribir, otra cosa es lo que consigue o no con esta novela de 1996, es decir, cuando comenzaba a publicar y, a mi modesto entender de simple lector, esto se nota, es como si aún no dominara del todo el asunto, como si estuviera aprendiendo, vaya.
En primer lugar, decir que se me ha hecho un poco larga, mucha paja para no tanta esencia. La intriga que plantea te atrapa, pero poco a poco te vas dando cuenta de que tal intriga puede resultar un poco decepcionante, hasta el punto de que a los lectores que les gusten los finales claros y explícitos, aquí se van a quedar con sus más que fundadas dudas sobre si aquello que cuenta sucedió así o no son sino imaginaciones del narrador que se ve envuelto en una trama que no está claro tenga que ver exactamente con lo que ocurre, es decir los atentados y todo eso, o simplemente una casualidad.
El autor, repito, se ve que sabe escribir, tiene facilidad para los símiles, pero abusa de las florituras, con un sin fin de metáforas y unos personajes que, en ocasiones, poco o nada aportan a la narración y parecen concebidos, como ocurre con ciertas situaciones, únicamente para buscar el lucimiento literario para no acabar diciendo demasiado.
A pesar de ello, tratándose de una de sus primeras obras, se nota el escritor en ciernes que sus líneas apuntan.
La novela fue llevada al cine en 1999 por Mateo Gil con el mismo título y con Eduardo Noriega, Paz Vega y Jordi Mollá como protagonistas.
Esa es la gran tentación que nos acosa a los escritores: regodearnos en escribir bien mientras vamos recargando la trama con florituras literarias que la van haciendo pesada.
ResponderEliminarCosas de principiante. Bonilla ha ido puliendo su estilo con el tiempo.
EliminarJ. Bonilla usa demasiadas florituras literarias en sus obras que, tal como yo lo veo, complica un tanto la lectura, le quita agilidad. Le sobran símiles y hasta palabras. Y para mi gusto, no ha logrado depurar su estilo en las obras posteriores que conozco
ResponderEliminarNo puedo opinar porque tampoco es que me haya prodigado en la lectura de sus obras.
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