lunes, 26 de marzo de 2018

TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN

Eva Khatchadourian (Tilda Swinton), una mujer culta y cosmopolita, escritora de guías de viaje. Casada desde hace años con Franklin (John C. Reilly), un fotógrafo que trabaja en publicidad. Decide, con casi cuarenta años y tras muchas dudas, tener el hijo que lleva en su seno, dando así comienzo su tragedia particular, ya que no está muy convencida de su decisión. Tras el parto, todo empieza a ir mal con Kevin (interpretado por varios actores: Rock Duer en su más tierna infancia; Jasper Newell, cuando tiene de 6 a 8 años y Ezra Miller en la adolescencia). Eva no se siente capaz de calmarlo, siente que no está preparada para la maternidad. La actitud de su hijo, a medida que va creciendo, tampoco ayuda a que la relación que se establece entre ambos sea buena. El niño parece haber desarrollado desde pequeño una personalidad extremadamente manipuladora y sociópata.
Kevin aprende, entonces, a no demostrar nunca sus verdaderos sentimientos, usándolos solamente como un método de obtener algo y de esta forma manipula también a su padre para que se ponga de su lado, imponiendo su voluntad y así también castigando a su madre en esa especie de triángulo amoroso.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de la madre por comunicarse con su hijo, parece que aquello es forzado y que no le sale de dentro y, por otro lado, es como si Kevin se negase a establecer esa comunicación y tuviera interés en complicar las cosas. ¿Simple afán de hacer daño o es que está pidiendo algo que su madre no alcanza a comprender o no sabe cómo hacerlo?


Basada en la novela de éxito escrita por Lionel Shriver, un libro escrito en forma epistolar, con un único remitente en las cartas: Eva, la madre de Kevin, así pues, todo lo vemos bajo el punto de vista de ella.


¿Es la maternidad un hecho feliz? Quiero decir si siempre es un motivo de júbilo o eso hay que matizarlo, incluso reconocer que, en ocasiones, puede suponer un trauma, incluso de cierto calibre, para la madre.
¿Qué ocurre cuando uno de los padres educan al niño en plan colega, disculpando todo lo que hace, mientras el otro trata de encauzarle hacia un comportamiento, digamos "normal"?
¿Qué puede hacer que un niño sea tan malo o al menos tenga tan poca empatía para que la maldad domine sus relaciones con sus compañeros o su familia como si esto fuera el último placer, el máximo juego?
La película plantea unos cuantos interrogantes de este tipo para los que no ofrece explicación, sino que la deja abierta a la interpretación del espectador.
Aunque hay otros personajes (el padre, la hermana, la dueña de la agencia de viajes...), lo cierto es que la historia gira totalmente sobre dos personajes, Eva y Kevin y por el gran protagonismo que tienen ambos, buena parte del resultado final se beneficia de la magnífica interpretación de Tilda Swinton.
Me ha llamado también la atención la banda sonora que incluye cortes de grandes canciones, alguna de ellas muy conocida, curiosamente, casi todas ellas de carácter alegre, en contrapunto con las situaciones tensas y dramáticas que vemos en el film.


Un análisis del mal a través de la mente de un sociópata, tema actual donde los haya, pues sin llegar a los extremos a los que llega la historia de Kevin, vemos cada día a jóvenes de este tipo, totalmente amorales, con lo que familias y educadores, sobre todo, pero la sociedad en general, ha de enfrentarse, chocando con una especie de muro, porque su egoísmo y su maldad están tan enraizados que es sumamente difícil, cuando no prácticamente imposible, razonar con ellos.
La película huye de la escenas explícitas y del regodeo en la violencia o la sangre, dejando de lado el morbo, sin embargo, todo ello está presente a lo largo de una narración que desde el primer momento nos hace estar seguros de que Kevin ha cometido un hecho terrible que conoceremos casi al final, pero a pesar de que el espectador lo tiene todo bastante claro, consigue atraparnos en el sufrimiento que Eva soporta con su problemático hijo, que alcanza su culmen cuando ha de sufrir en sus carnes la venganza de la sociedad por lo que el muchacho ha hecho, pero ella acepta su parte de culpa sin recriminar nada a nadie.
¿Cuál es la verdadera causa del mal? ¿Se nace así? ¿Debemos achacarlo al neurodeterminismo o influye también la falta de amor de una madre desde su nacimiento? Como decía, preguntas que van quedando en el aire, quizá porque una sola respuesta sería simplificar demasiado el problema. A lo largo de toda la película vamos viendo escenas en las que se señala a los posibles culpables de estas situaciones, cada cual en su medida y todos ellos con su parte de responsabilidad: Las familias; los medios de comunicación, con la violencia siempre presente en televisiones y videojuegos y, por último, pero no menos importante, la sociedad en general, con su permisividad, particularmente en el caso de la sociedad norteamericana, tan complaciente en lo relativo a la posesión y uso de armas.
Como curiosidad, hay una larga escena (casi dos minutos) al principio del film, cargada de simbolismo, que reproduce imágenes de la Tomatina de Buñol.




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