La tragedia de un hombre, acabó con la amistad de estos dos literatos norteamericanos, un suceso que tuvo como telón de fondo la Guerra Civil Española y un nombre propio: José Robles Pazos, un intelectual español, profesor de lengua española en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore.
Robles, un hombre educado en la Institución Libre de Enseñanza, solía pasar las vacaciones estivales en España, junto a su familia, su esposa, Márgara Villegas y sus pequeños hijos Francisco y Margarita.
En el verano de 1936, le sorprende el estallido de la Guerra Civil y solicita permiso a su Universidad para quedarse en España. Se quedó en Madrid para echar una mano a la república y, como conocía el inglés y el francés a la perfección y tenía nociones de ruso, le asignaron, como intérprete al general Vladimir Gorev.
En noviembre del 36, viaja a Valencia para trabajar como traductor en la embajada rusa del hotel Metropol, pero allí, inexplicablemente, fue arrestado por hombres de PCE y de los servicios secretos rusos, acusado de espionaje y traición. Su esposa sólo pudo verle dos veces en la cárcel de extranjeros. Después desapareció.
Al parecer, el crimen de José era que sabía demasiado y conocía la confrontación política que se avecinaba en el gobierno republicano y sobre los aterradores procesos de Moscú y los planes de Stalin para trasladar aquella represión a Barcelona contra los anarquistas y los seguidores de Andreu Nin.
John Dos Passos, amigo personal de Robles, que había traducido al castellano su Manhattan Transfer, visitó España y removió despachos y cloacas conmovido por la desaparición de su amigo, para averiguar, al menos, lo que había ocurrido.
Dos Passos, después de aquello, nunca volvió a ser aquel izquierdista radical e ilusionado que denunciaba las miserias de su país y que había querido cambiar el mundo empezando por España. Cuando llegó a Estados Unidos, declaró que el Kremlin había envenenado la causa española por la libertad con su maldita maquinaria política, sus secretos métodos jesuíticos y la caza de brujas contra los trotskistas.
Ernest Hemingway, también presente en España en la misma época, burlándose de los escrúpulos de Dos Passos, justificó la muerte de Robles y, con otras palabras, dio a entender aquello tan socorrido de que algo habría hecho, para que los soviéticos que tanto habían ayudado a la causa republicana, acabaran con él.
Aquello supuso la ruptura de la amistad que hasta entonces hubo entre los dos escritores estadounidenses.