Adaptada a la televisión por la escritora Carmen Martín Gaite y dirigida por José Luis Borau, la serie fue estrenada en el año 1993 en la 1 de TVE y estaba basada en los relatos de Elena Fortún (seudónimo de Encarnación Aragoneses de Urquijo), que comenzaron a publicarse en 1928 en la revista Blanco y Negro, y en los años 50 editados por Aguilar en forma de libros. Por problemas económicos, solamente se rodaron seis capítulos de los 14 previstos, de hecho, al final del sexto, aparece el rótulo de "continuará".
He leído por ahí opiniones de todo tipo sobre la serie, aunque es cierto que la mayoría la recuerda con cariño, pero algunos disparatan a la hora de emitir juicios, respetables, claro, pero disparatados, por no decir otra cosa.
Me refiero a quienes ven a Celia como una niña repipi (que en cierto modo lo es) y se quedan tan frescos sin que sus mentes sean capaces de ver a la niña en la época en que se escribieron los relatos. Estamos hablando de la España de los años 30, en la que el solo hecho de que una mujer escribiera relatos de éxito, en los que la protagonista era una niña es, como mínimo, suficiente para que estos opinadores burriciegos se lo hicieran mirar por no haber profundizado más sobre el personaje y su entorno.
Elena Fortún trajo una pequeña heroína de carne y hueso a la vida de muchas niñas españolas que iban a crecer en una sociedad bastante machista, que les proponía otra manera distinta de vivir su feminidad, lejos de las mariquitas recortables y de los juegos de niña buena, sumisa y obediente. Celia también jugaba a esas cosas, porque jugar a las cocinitas es muy sano, pero exploraba otros caminos hasta entonces vedados a las chicas y exclusivos de los pillastres masculinos.
Celia es un personaje encantador que pone en cuestión el mundo de los adultos, que trae ideas bastante chocantes, cuando no directamente revolucionarias para una niña bien de la época, como la de soñar un mundo mejor en el que los bienes estén repartidos y lleguen a todos; Celia pone en cuestión algunos asuntos que eran tan intocables, que ni siquiera estaba bien visto hablar de ellos, como los relacionados con la Iglesia y las instituciones religiosas: incluso echa su cuarto a espadas al respecto de la defensa de los animales, algo que en aquella época, la inmensa mayoría de la gente, ni se planteaba.
Celia fue una forma de que su autora insuflara algo más que un soplo de aire fresco entre la infancia, en general, y las niñas en particular, de aquella España todavía muy atrasada y consiguió llegar a mucha gente, toda una generación de niñas, eso sí, en general de cierto nivel económico o con padres en cuyas casas se respiraba un cierto aire de aprecio por la cultura, creció con los cuentos de Celia y algunas de aquellas jovencitas, los guardaron toda su vida como oro en paño. Y otro tanto ocurrió con la reedición de los relatos que comenzó en 1944 y que volvieron a tener el mismo o más éxito que la edición de la anterior década, salvando sin problemas aparentes la rígida censura instaurada con los nuevos tiempos, seguramente porque las aventuras de Celia van teñidas de un humor completamente blanco y sus travesuras están absolutamente carentes de cualquier atisbo de maldad, incluso esa crítica hacia la religión y la Iglesia, está hecha en un tono amable y carente de mala intención, sin ánimo de levantar ampollas.
Veamos a Celia como lo que era, una niña que tenía sueños e inquietudes, traviesa donde las hubiera, inconformista como la que más y con una manera de ver las cosas que no encajaba en el mundo de los adultos, porque ese era un mundo que ella quería cambiar y luchaba por hacerlo, sin renunciar a sus modales de niña bien, acompañada de una serie de personajes absolutamente entrañables (su pequeño hermano Cuchifritín, el morito Maimón, su amiga y vecina Solita, doña Benita,..)
En eso (y en muchas otras cosas que quedan fuera de este breve comentario), Elena Fortún formó parte de la punta de lanza que quería cambiar ese mundo dominado por los varones y conseguir una sociedad más igualitaria en la que las capacidades de la persona fueran lo primordial por encima del sexo.
La serie recoge con fidelidad los pocos relatos que pudo trasladar a la pantalla y contaba con un elenco de altura dentro del panorama español ( Ana Duato, Tito Valverde, Aurora Redondo, María Isbert, Silvia Munt, Ángel de Andrés, Pedro Díez del Corral, Carmelo Gómez o María Luisa Ponte entre otros), pero sin duda, el gran acierto, fue el debut de Cristina Cruz, entrañable, repipi, adorable y con un puntillo de repelente niña bien, totalmente creíble, porque en Cristina encontraron a la Celia que muchos imaginaban. Una pena que no se llevase a término el proyecto inicial.
No sé dónde andaría yo, pero no tenía ni idea.
ResponderEliminarAbrazo Trecce.
¡Vaya Vd. a saber!
EliminarSaludos, Rafa.