D. Francisco de Bringas y Caballero (Rafael Alonso) es un modesto funcionario que vive en compañía de su esposa, Dª. Rosalía Pipaón de la Barca (Concha Velasco) y sus tres hijos en su casa de Madrid, donde procuran aparentar más de lo que son, pues como asalariado, D. Francisco lleva a casa lo que puede, que no es mucho, mientras su esposa vive en un mundo de fantasías de opulencia y por pertenecer a una familia de criados del Palacio Real –camareras, alabarderos, caballerizos, pajes, etc.-, la reina la tiene en gran consideración y le obsequia con regalos que le permiten fanfarronear.
En la casa de los Bringas, vive también una criada, Prudencia (María Isbert) y durante el día, Amparo (Ana Belén), una pariente lejana que ayuda a Prudencia en el servicio doméstico lavando, planchando y sirviendo la mesa. Trabaja en casa de los Bringas desde la muerte de su padre, a cambio de un poco de comida y alguna limosna. Ella y su hermana Refugio (Mª Luisa San José) son huérfanas desde muy jovencitas de Sánchez Emperador -conserje de un centro de enseñanza- y pobres. Refugio pronto se libera de la custodia de los parientes, porque no quiere someterse a los caprichos e insolencias de la casa, pero Amparo es muy abnegada y aguanta sin chistar todas las impertinencias a que se ve sometida, sobre todo las de Dª. Rosalía, que, además, pretende meterla monja con la finalidad de dar una salida airosa a su negro porvenir. Cuando llega de América un pariente rico y dadivoso, D. Agustín Caballero (Francisco Rabal) -de mediana edad, espíritu libre y poco acostumbrado a la vida social- se produce una pequeña revolución en casa de los Bringas. Rosalía desea a toda costa, emparentar con tan buen partido..., pero él señor se va a fijar en Amparo que, sin embargo, guarda un oscuro secreto de su pasado reciente.
Guión firmado por Pedro Olea, José Frade, Ricardo López Aranda y Ángel María de Lera, basado en la novela del mismo título de Benito Pérez Galdós, que éste sitúa durante el reinado de Isabel II, poco antes de la revolución conocida como "La Gloriosa" y ambientada en Madrid, principalmente en la Costanilla de los Ángeles, donde tienen los Bringas el domicilio familiar.
La película sigue de manera bastante fidedigna el texto de Galdós.
Con una excelente fotografía de Fernando Arribas y partitura musical de Carmelo Bernaola, la película está bastante bien ambientada. Las interpretaciones correctas, no vamos a descubrir ahora a Paco Rabal (estupendo, como de costumbre), ni a un actor como Javier Escrivá que consigue trasmitir el atormentado existir de su personaje; Ana Belén, para mi gusto un poco limitada de recursos, aunque es cierto que su personaje es el de una persona bastante pasiva, sumisa y desorientada, descrita por algún otro personaje como "mosquita muerta". Pero sin duda, la gran interpretación es la de Concha Velasco, consiguiendo una mala, malísima Rosalía de Bringas, ser envidioso, manipulador, egoísta, interesado y falto de escrúpulos morales. Los pensamientos que nos transmite su voz en off y la escena final (cambiada respecto a la novela), de la despedida en la estación, son de lo mejor de la película.
Con un leve toque humorístico, que ya está en el libro de Galdós, Pedro Olea ha trasladado a la pantalla con acierto una de las mejores novelas del autor canario, en la que bajo la capa de una historia romántica, una especie de drama en el que el destino y la mala suerte están presentes, hay una crítica social acerada y un gran retrato de personajes.
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