Juan Salvador Gaviota es, como su nombre indica, una gaviota. Sus pensamientos, contados por una voz en off, son los que sostienen la narración, en la que se nos cuenta su ansia de libertad y la búsqueda de un mundo alejado de las costumbres de la bandada, siempre sometida a los dictados de las viejas normas, por cuyo cumplimiento, velan celosamente los ancianos. Juan está convencido de que tiene que haber algo distinto, algo más que estar peleándose por el mejor trozo de pescado y siempre está buscando ese más allá que le lleva a volar cada vez más alto y más lejos en busca de su propio destino, algo que le reporta la expulsión de la bandada, hasta que va encontrándose con otros como él.
El guión se basa en el best seller del mismo título del piloto y escritor norteamericano Richard D. Bach, que en principio, no estuvo de acuerdo con los cambios argumentales introducidos en el film, hasta el punto de demandar a la productora, hasta que por mediación la que iba a ser su esposa, Leslie Parrish, se pudo llegar a un acuerdo y la película pudo finalmente estrenarse.
El film es una alegoría que ensalza la libertad individual y el afán de superación encarnado en la joven gaviota que aprende a sobreponerse a sus limitaciones y consigue traspasar los límites naturales.
La película es un verdadero monumento a la imagen, con algunas de ellas realmente espectaculares y de gran belleza, acompañadas de la grandiosa banda sonora de Neil Diamon, una auténtica obra de arte que vale la pena escuchar y disfrutar, incluso por separado.
Al final de la película, parece que le duelen a uno las alas que no tiene, pero no por cansancio de ver la película, sino porque, desgraciadamente, no estamos acostumbrados a volar, no podemos hacerlo por nosotros mismos y el film consigue hacerte partícipe de los vuelos de las aves, disfrutar del inmenso paisaje a tus pies, y volar, aprender a soñar que uno viaja más allá de sus posibilidades.
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