Históricamente, cada vez que ha habido una gran crisis económica, los nacionalismos han subido como la espuma, sobre todo en este nuestro viejo continente. No iba a ser menos en esta ocasión.
Frente a la movilización social por la defensa y recuperación de los derechos perdidos o recortados, el nacionalismo toca a rebato y concita a su alrededor a convencidos y descontentos azunzándoles contra un enemigo común al que hacen culpable de todos, absolutamente todos sus males. El caso del nacionalismo catalán, más allá de identidades y reivindicaciones más o menos legitimas o legitimadas (por ellos, claro), no iba a ser menor y vemos a una clase política corrupta que se enfrenta a otra clase política no menos corrompida, en una batalla de oligarquías de derecha, con sus corifeos de otro signo político que buscan un cierto acomodo en aquel discurso con posiciones más que forzadas, porque en el mensaje del Sr. Más aún no hemos escuchado qué es lo que iba a ocurrir el día después, si se iba a acabar el paro, si los pobres vivirían mejor o si los desahuciados serían consolados. Esos mensajes quedan para después, porque los objetivos de carácter social, aunque lo silencien, no es que no sean importantes, es que no van a cambiar.
El auge de los partidos nacionalistas dura mientras dura el enfrentamiento a ese enemigo que se han buscado, si consiguen vencerlo, se acabó su vida, porque pasan a ser un partido más y, normalmente, acaban desapareciendo o subsumidos por una formación de carácter tradicional, al uso de cualquier partido de cualquier régimen democrático, porque el día que consiguen su pretendido objetivo, es el primer día de su desaparición que llegará más temprano que tarde.
Por eso, no se sorprendan si, en petit comité, Más y Junqueras han respirado tranquilos al ver que no conseguían alcanzar el margen de votos que les diera alas en su proceso soberanista, ya que los resultados les permitirán seguir con su posición de privilegio una temporada y plantear esos calendarios a largo plazo que tanto les gustan a los partidos nacionalistas, porque en ellos les va la vida.
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