Uno de los mayores fiascos de la política moderna fue el Tratado de Versalles, firmado el 28 de mayo de 1919, en el que las potencias vencedoras en la I Guerra Mundial, imponían sus condiciones a la derrotada Alemania.
Uno de los integrantes de la delegación británica en las negociaciones que dieron luz a los 453 artículos del tratado, era John Maynard Keynes, que apenas regresó a Inglaterra, publicó un libro llamado "Las consecuencias económicas de la paz", en el que criticó ácidamente los términos del Tratado de Versalles. Según Keynes, los alemanes jamás podrían hacer frente a las exhorbitantes indemnizaciones económicas que debían pagar por la paz. Respecto de Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos y uno de los principales arquitectos de la paz, no tuvo empacho en llamarlo un "ciego y sordo Don Quijote". De Georges Clemenceau, el líder de la delegación francesa, dijo directamente que era un xenófobo, con "una ilusión: Francia; y una desilusión: la humanidad". Y sus descalificaciones alcanzan un punto sublime cuando se refiere a Lloyd George, el británico, como "este bardo con pies de cabra, este visitante medio humano a nuestra era desde encantados y mágicamente embrujados bosques de la antigüedad celta".
Más allá de estas opiniones, rayanas con el insulto, Keynes hizo algunas siniestras profecías que, andando el tiempo, se harían realidad. Entre ellas, que la incapacidad de pagar la deuda de la guerra por parte de Alemania, sería una amenaza permanente para la paz europea. Lo que de verdad ocurrió, porque la crisis económica de postguerra que azotó a Alemania, pavimentó el camino al Nazismo, y el resto es historia conocida. En esto, Keynes fue mucho más visionario (o acaso simplemente más sensato) que los estadistas que en Versalles ganaron la guerra y se las arreglaron para perder la paz.
Keynes viviría hasta después de acabada la Segunda Guerra Mundial, y por lo tanto, llegó a ser testigo de que, en la segunda ocasión, los arquitectos de la paz se portaron de manera menos irresponsable y prepotente. De hecho, la idea de que los vencedores llevaran a cabo un abultado plan de inversiones en Europa para fortalecer sus economías e infraestructuras derruidas por la guerra y convertirlos en socios comerciales prósperos y boyantes (el Plan Marshall), en el fondo no es más que una aplicación pura y simple de las ideas keynesianas que no fueron tenidas en cuenta 30 años atrás.
La cuestión es que las dos guerras mundiales la liaron los alemanes, y los alemanes y con perdón por la grosería son los que siguen dando por culo, al menos a Europa.
ResponderEliminarSaludos Trecce
Y seguirán, por lo que se ve.
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