Juan Gallardo (Tyrone Power), es un torero de éxito, pero en su infancia fue casi un niño de la calle, hijo de matador que alcanzó cierta fama y murió en el ruedo, su madre les saca adelante a él y a su hermana, fregando suelos y trabajando para otros en humildes empleos.
Juan siempre soñó con emular a su padre y, cuando se le presenta la ocasión, acude a un cortijo cercano, para torear a la luz de la luna. En en cortijo vive Carmen Espinosa (Linda Darnell), hija del mayoral, desde niña muy unida a Juan, con el que se acabará casando.
El aprendiz de torero y la cuadrilla de arrapiezos que le secunda, se van a Madrid en busca de hacer carrera en el mundo de los toros. Cuando regresan a su Sevilla natal, son ya hombres hechos y derechos y Juan empieza a despuntar como torero. Tras el éxito, se ve rodeado de una corte de aduladores que se aprovechan de su triunfo, pero le critican a sus espaldas.
Cuando Juan está en la cumbre de su carrera, se cruza en su camino Doña Sol Mihura (Rita Hayworth), una mujer sofisticada y caprichosa que seduce al matador, incapaz de resistirse a sus encantos, una situación que arruina su matrimonio y su carrera como torero. Cuando le tiene sometido a su antojo, Doña Sol deja de lado a Juan para sustituirlo por su rival Manolo de Palma (Anthony Quinn).
Cuando la obra de Vicente Blasco Ibáñez parecía definitivamente olvidada para Hollywood, después de las numerosas adaptaciones que sobre sus novelas se hicieron en los años veinte, Rouben Mamoulian recibió del productor Darryl F. Zanuck el encargo de dirigir una nueva adaptación de la novela de Blasco Ibáñez, casi veinte años después de que Niblo hubiera dirigido en 1922 la primera adaptación en Estados Unidos de "Sangre y arena".
Es bastante probable que esta sea la mejor de las adaptaciones de la novela de Blasco, aunque la censura de la época tuvo también sus repercusiones sobre la manera de contar la historia. La secuencia del primer encuentro amoroso entre Gallardo y Sol, se vio bastante afectada por los códigos morales de Hollywood. Determinadas cuestiones quedan así sublimadas mediante juegos metafóricos. Es evidente que una obra española de tema taurino pasada por el prisma de Hollywood tiene una lectura diferente a la pretendida por Blasco Ibáñez. Es la diferencia entre lo tópico y lo cotidiano. El autor de la película busca del lector una lectura en clave de estética trágica, donde se entremezclan lo sentimental, lo folclórico y lo patético, bajo un rito atávico irracional, incomprensible por desconocido, que conduce a la muerte del héroe y del animal.
Rouben Mamoulian afrontó la adaptación de Sangre y arena como un ejercicio esteticista, sin demasiada preocupación por reproducir de manera realista los ambientes, los personajes o la misma trama de la novela.
Es portentoso el trabajo previo de estudio del color que hizo el realizador y el gran esfuerzo para capturar, no tanto la atmósfera de la realidad cotidiana de nuestro país, como la esencia poética que podía ser ideal para una historia de ambiente español. Para llevar a cabo esta tarea, Mamoulian contó con la colaboración de los directores de fotografía Ernest Palmer y Ray Rennahan, quienes obtuvieron por este trabajo el Oscar a la Mejor Fotografía, así como de los directores artísticos Richard Day y Joseph Wright. Ciertamente, la película constituye uno de los trabajos estéticos más brillantes de la historia del cine en lo relativo a la utilización expresiva y dramática del color.
En su ejercicio de cromatismo basado en el proceso del Technicolor, vuelve la mirada a varios pintores que considera pueden serle útiles en cada tipo de situación, desde Murillo, Goya, Velázquez, El Greco o el mismo Sorolla (contemporáneo y amigo de Blasco), hasta los maestros italianos del XVI, especialmente Tiziano y Veronese.
Es interesante cómo, más allá del melodrama del triángulo amoroso, el film recoge, aunque de forma somera, otros aspectos que están en la novela de Blasco Ibáñez, que van más allá de la propia corrida de toros en sí misma, como el poco aprecio por lo que considera un espectáculo bárbaro (aquí cobran especial importancia las reflexiones del personaje de John Carradine, El Nacional, miembro de la cuadrilla de Gallardo); la crítica al analfabetismo y la incultura de las clases bajas; el retrato poco halagüeño del mundo que rodea a los matadores (empresarios, críticos...); la aproximación a la vida en el campo, las dehesas y cortijos...
No resulta nada extraño que Sangre y arena atrajera más a los productores norteamericanos que a los españoles por el componente atávico y exótico, aquí adobado por el enfrentamiento descarnado de dos mujeres por el amor de un torero.
Un film de bastante éxito cuando se estrenó, casi olvidado en la actualidad que podemos disfrutar como trabajo estético, pero sin descuidar los mensajes que la novela de Blasco nos transmite y que la peli recoge a su manera.
Como los toros me gustan, la película me gustó.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Aunque hay poco de toros, algo del mundo que rodea las corridas y mucho de triángulo amoroso.
EliminarQue bueno recordar esta época, sobre todo porque lo redactas muy bien y hace que cualquiera entienda de qué se trata la película!
ResponderEliminarMuy amable de tu parte. Gracias.
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