Excelente cuentista, pero también un ameno articulista y un combativo crítico, la obra de "Clarín" está eclipsada por su magna novela "La Regenta", sin duda uno de los monumentos cumbres de la literatura española y universal, ello ha sido, en ocasiones, un obstáculo para bucear en el resto de su variada obra, aunque hay que reconocer que para el lector curioso, supone, por contra, un acicate para acercarse al resto de escritos del autor.
Los cuentos son, en importancia popular, el siguiente escalón en la obra de "Clarín", títulos como "¡Adiós, Cordera!", tienen un lugar de privilegio en el universo de este género literario que, para su autor, no era ni más, ni menos que la novela y en los que demostró su arte para condensar en pocas páginas auténticas joyas de la literatura.
Un aspecto muy destacable de "Clarín", es su faceta de periodista y crítico, de su pluma acerada y de su lenguaje sin concesiones, ni pelos en la lengua, sale un estilo propio, lejos de amaneramientos y de lisonjas, "Clarín" decía lo que sentía sin atenerse a afinidades de otros tipo.
Su estilo combativo es un ejemplo claro de crítica no acomodaticia, argumentada y con un amplio despliegue de conocimientos. Es impresionante comprobar, al leer algunos de sus opúsculos como estaba al día, no sólo de los clásicos, sino de los autores contemporáneos a él de todo el mundo, personajes como Henrik Ibsen, Legouvé, Bourget, Guyau, etc., son citados por él al hablar del panorama teatral o literario.
En muchos de sus escritos, asistimos, asimismo, a la exposición de sus ideas políticas, sociales o artísticas que, a su vez, nos dan una idea de cómo era la situación global de la España de la época, en ocasiones verdaderos retratos merced a la capacidad descriptiva de "Clarín".
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