En esta obrita, poco más que un folleto, Clarín, que hace ver ha sido citado ante la presencia del dios Apolo, cree él que para ser condenado por poetastro, ironiza sobre la situación de la poesía contemporánea que considera en estado lamentable y carga contra la Real Academia de la Lengua:
En la Academia Española también se hace el Diccionario él solo, o gracias a unos pocos aficionados; ¡y cómo se hace! Por aparentar (y por cobrar), los inmortales se juntan de cuando en cuando y pasan revista a unas cuantas palabras para ver si están limpias o no, y votan si aquello es español o deja de serlo.
¡Decidir por votación si un vocablo pertenece a una lengua o no pertenece, si cabe admitirlo o no! ¡Cuán lejos está semejante proceder de aquella historia natural de las palabras que el buen Horacio exponía en fáciles y elegantes versos!
...nuestros académicos deciden por votación qué hojas del bosque han caído y cuáles han brotado, en vez de tomarse el trabajo de darse una vuelta por la selva para ver lo que en realidad sucede. A la Academia le pasa con las palabras lo que a la iglesia con la ciencia moderna (con la diferencia de que la Iglesia ya sabe lo que se hace). Roma no admite que la tierra gire alrededor del sol hasta principios del siglo XIX, cuando ya a la tierra la van dando ganas de pararse; la Academia no tolera ciertas palabras hasta que ya el uso las va abandonando. ¿Qué criterio tiene la Academia para admitir o desechar palabras? Probablemente ninguno.
A pesar de las duras críticas, no debemos olvidar que Clarín debió aceptar, aún a regañadientes, el valor que una parte de la sociedad concedía a las decisiones de la Academia y llegó a reconocer que ésta "algo bueno hace"
Quizá en todo esto pueda sucederle a Clarín algo no tan lejano a lo que ocurre con no pocos de los detractores, pasados y presentes, de la corporación y de sus obras: que, despreocupados de sus favores o seguros de no obtenerlos, eligen, no siempre a partir de tantos y tan fundados argumentos como los que respaldaron las opiniones de Leopoldo Alas, encastillarse en una cierta manera de vivir contra la Academia.
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