Claro que para eso estaba ahí Raoul Walsh. Un ataque sorpresa a un radar del enemigo y una huida por las selvas de Birmania, ese es el resumen y sin embargo, el director, a veces sacando partido a detalles mínimos, logra transmitirnos una sensación de sufrimiento de la que hace partícipe al espectador.
Y lo logra, precisamente, a través de lo anecdótico, porque son esas cosas pequeñas y no los actos de heroísmo sublime lo que constituye el núcleo de la película. Los personajes están desdibujados, pero de forma consciente, es el grupo lo que importa y esa sensación de camaradería y solidaridad, está maravillosamente conseguida.
Está claro que la película tiene una parte muy importante de propaganda, sublima las virtudes del soldado americano y pone por los suelos a sus contrincantes, a quienes vemos correr de un lado para otro y a quienes se nos presenta como sádicos carniceros. Cuando un japonés se carga a un norteamericano lo hace cobardemente, a traición, exactamente la misma acción pero con los papeles cambiados se transforma en un acto de heroísmo.
Es cierto que alguna de las soflamas que oímos se podría haber evitado y el film no hubiera sufrido lo más mínimo, pero hay que ponerse en la época, cuando se rodó faltaba un año para concluír la guerra y algunas de las cosas que se dicen, que se ven, o que se sugieren fuera de plano, parecen justificiones para las bombas atómicas que vendrían poco después y para las incendiarias que ya se estaban lanzando contra Japón.
Sin embargo el film no se queda en esto y va mucho más allá, porque básicamente lo que queda en nuestra memoria tras verla, es ese sufrimiento que mencionábamos, la sensación de estar en una ratonera de la que va a ser imposible escapar. Conforme avanza el metraje vamos notando cómo el número de expedicionarios va menguando y sufrimos, con los que quedan, la sed, los mosquitos, la espesura de la selva, el peligro de las emboscadas. En definitiva, la lucha por la supervivencia. De hecho la obsesión de su comandante no es otra que la de conseguir sacarlos vivos de allí.
Un Errol Flynn alejado de los papeles de aventurero por los que es más conocido, demostrando que es capaz de hacer un papel dramático y hacerlo bien. Una peli de esas que cuando éramos niños nos hacía jugar a la guerra y transportanos a las selvas Birmanas, con el heliógrafo y la radio de campaña, los guías gurkhas, el avión de reconocimiento P-38 Ligthning que sale al principio, o los planeadores en los que son lanzados material y vehículos para comenzar la ofensiva. Y el canto a la camaradería y al sacrificio, a los héroes anónimos que son homenajeados en esa frase del capitán Nelson cuando es felicitado por el éxito de su misión y la cámara nos muestra un primer plano de su mano con un montón de placas: Aquí está el precio. No mucho que digamos. Un puñado de americanos.
Dos de los tres guionistas, Lester Cole y Alvah Bessie, fueron miembros del Partido Comunista, defensores del pacto Germano-Soviético y de la no intervención en la Guerra. De poco les sirvió haber participado después en esta película tan patriótica, fueron llamados a declarar por el Comité de Actividades Antiamericanas, llegaron a estar en prisión y, por supuesto, en la Lista Negra.
Hubo un acierto publicitario en el guión, la inclusión de un corresponsal de guerra entre los expedicionarios, Williams (Henry Hull), la peli rinde, en su persona, todo un homenaje a estos profesionales. ¿Cómo creéis que acogerían los periódicos el film?, pues eso no es nada si añadimos que cuando Williams muere, el capitán Nelson pronuncia esta frase: A partir de ahora, cada vez que caiga un periódico en mis manos, sabré qué compro por unos céntimos. Si eso no es quedar bien.
Y para acabar con el apartado de anécdotas, en Inglaterra no se estrenó hasta 1952. Estaban enfadados y tenían sus razones. El peso de la campaña de Birmania lo llevaron británicos y australianos y no les sentó muy bien que por obra y arte de una película, de repente Errol Flynn y sus muchados derrotaran ellos solitos a los japoneses.
Solamente añadir que los amantes del cine bélico la consideran como un título imprescindible.
Hace muchos años que vi esta película, y me gustó mucho. Todavía me acuerdo de algunas escenas sobre todo me quedé con la frase final o una de las finales de la película, cuando se cumple la misión y el mando superior mantiene una charla con Errol Flynn. Y le dice Flynn: "señor el objetivo era Birmania", el resultado un puñado de americanos muertos" y le entrega creo que era al general las placas de identificación de los soldados fallecidos en combate. Saludos Trecce.
ResponderEliminarRafa, esa es la frase que se reproduce en la entrada. Otro saludo para ti.
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