“Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida” Cancionero y romancero de ausencias. Miguel Hernández.
Miguel sufrió, pero Josefina, esta Josefina Manresa Marhuenda, sufrió su muerte (la de Miguel) y sufrió su vida (la de ella). Como tantos y tantos y tantos y tantos y tantos... Hoy, simplemente, me apetecía, en su persona, hacer un homenaje a los que quedaron aquí, con el estigma de ser padres, madres, maridos, esposas, hijos, hijas, amigos, de los que se fueron.
La iglesia de la Magdalena, es una de tantas joyas del románico que pueblan la Zamora histórica y como casi todas las iglesias que componen este conjunto, tiene sus particularidades, como esa única nave, en contraposición a las tres que normalmente se construían, de techo áltísimo; su bellísimo rosetón; los toques góticos que enseguida percibimos...
Pero bueno, estas cosas y más podemos encontrarlas en cualquier guía turística. Me voy a centrar en el elemento más llamativo de la iglesia: Su portada sur.
Bajo ella llegó a reunirse el concejo de la ciudad, para tomar decisiones e impartir justicia. Tiene cinco arquivoltas, en las que predominan los motivos vegetales. Sin embargo hay algunas cosas que la hacen diferente, como el hecho de que los adornos de una de ellas sean polilobulados, algo infrecuente en el románico a decir de los entendidos y otra (entre varias carecterísticas diferenciales más) que uno de los motivos de adorno, sea una figura que representa a un obispo, se desconoce si es una representación genérica, o se quiso representar a algún personaje en concreto. Me decía mi novia, en los largos y agradables paseos hacia la Catedral y el Castillo, que quien no encontrara al obispo, no se casaba. Aquel chascarrillo, uno de los tantos que hay en casi todos los sitios, daba pie a lo que se convirtió en una especie de ritual y allí hacíamos (yo sigo mirando hacia allí cuando pasamos ante la iglesia) una paradita de vez en cuando. El caso es que hay que buscarlo, porque a bote pronto, no es tan fácil verlo.
Sea como fuere, esta fachada sur de La Magdalena, enfrentada al convento del Tránsito, que se sitúa al otro lado de la calle, es un buen arranque para quien quiera sumergirse, Rúa de los Francos adelante, por estas calles del llamado Casco histórico de Zamora que nos transportan a otros tiempos, si no mejores, sí más gloriosos para la ciudad.
Acaban de darle un premio a un joven realizador que, aunque en las biografías aparece como salmantino de nacimiento, está vinculado a Zamora, por cuanto su padre, médico de origen libanés, lleva ejerciendo en nuestra provincia un montón de años y vive en Zamora y su madre, dedicada a la labor docente, es zamorana (de Toro, concretamente) de pura cepa.
Enhorabuena a Hatem Kraiche Ruiz-Zorrilla, por su trayectoria en general y por el premio obtenido en la edición de este año del Festival de Cine de Málaga.
Este enlace de la revista fotogramas, se refiere al corto premiado.
Durante un tiempo, con una magnífica compañera de fatigas, he estado viendo de nuevo los siete capítulos de una hora que conforman una de esas series de televisión que se han hecho míticas con el paso de los años: "Juncal". La vi en su momento (veinte años bien cumplidos hace) y tenía ganas de volver a disfrutarla, había un montón de escenas, diálogos, frases y muletillas que pervivían en mi memoria, eso es síntoma de algo y de algo bueno, de no ser así, la habría olvidado por completo. Juncal es la historia de los últimos años de un torero que fue, durante un breve espacio de tiempo, gran figura y que quedó inútil por culpa de una cornada. Un truhán, un vividor que no da un palo al agua, que sobrevive a base de dar sablazos a propios y extraños. En su época dorada se casó con una rica y culta mujer, pero por culpa de su afición a las faldas, abandona el hogar para instalarse en Sevilla, donde vive con Teresa, su amante de toda la vida, que le mantiene, hasta que por culpa de una infidelidad le pone de patitas en la calle con lo puesto y una maleta donde lleva la Enciclopedia Taurina de José Mª de Cossio ("El Cossio", como se conoce a esta obra entre los aficionados). Será su fiel amigo "Búfalo", un limpiabotas magistralmente interpretado por ese maestro de la escena que es Rafael Álvarez "El Brujo", quien le lleve a vivir a su humilde morada, con su esposa (Cristina Hoyos) y su suegra (Lola Flores), hasta que logra entrar en la vida de su hijo, novillero que va para figura y reencontrarse con su esposa, que aunque marca las distancias, le deja que "aconseje" al joven.
La serie está concebida en siete capitulos de una hora, aunque en realidad es como una película de siete horas, en la que se nos van contando algunas historias paralelas, girando todo el entramado alrededor de la figura central de Juncal, excelentemente interpretado por Paco Rabal, que logra, una vez más, hacer un papel redondo. El origen de la serie fue un capítulo de "Cuentos Imposibles" (1985), de Jaime de Armiñán, que hablaba de la vida de este torero tullido, pícaro y de buen corazón.
Cuando se decidió hacer Juncal, TVE y Pilar Miró, directora del medio entonces, no repararon en gastos, costó cuatrocientos millones de pesetas (hablamos de 1989), seis meses de rodaje y siete de montaje. Armiñán contó con Teo Escamilla como director de fotografía, aparte de ser una leyenda de la cinematografía española, Teo había comenzado su andadura profesional rodando películas de toros como ayudante de su hermano Pepe que, precísamente trabajó como asesor en esta serie. Además el plantel de actores es de lo mejorcito: Francisco Rabal, Rafael Álvarez "El Brujo", Fernando Fernán Gómez, Emma Penella, Carmen de la Maza, María Galiana, la bailaora Cristina Hoyos, Lola Flores, Manolo Zarzo, Beatriz Carbajal, Mercedes Lezcano, Mercedes Hoyos, Concha Rabal, Mireia Ross, Diana Peñalver, Mª Luisa Ponte, Luis Miguel Calvo (torero y actor burgalés, que interpreta al hijo de Juncal), Claudia Gravi, etc. Las Vainica Doble compusieron para la serie el pasodoble "Juncal", que se ha convertido también en un clásico
Se cuenta que ante el aprecio que tanto Rabal como Pilar Miró tomaron al personaje, Armiñán decidió matarlo para no dar ocasión a hacer un "Juncal-2". Recordando el rodaje de la escena final, Teo Escamilla decía: "Recuerdo cuando rodábamos el final de Juncal, en el que Paco Rabal muere en la mesa de operaciones de la enfermería. Llevábamos una hora en silencio total, como si estuviese herido de verdad y cuando por fin muere, noté que unas lágrimas me impedían ver. Me giré y vi que todo el equipo estaba igual. Si eso lo notamos en el plató, luego transciende al público. Cuando miras por cámara y te llega lo que hace el actor, te lo crees todo" La serie no es la historia de un torero, sino la de un hombre que vive con un pie en el presente y otro en el pasado, recordando sus tiempos de gloria. Enlaza con la tradición del pícaro español, incluso se puede ver cierta semejanza con personajes quijotescos, sobre todo en ese "Búfalo" que es una especie de Sancho Panza que nunca abandona a su señor y que se llega a involucrar en su mundo de irrealidades. Para Juncal sólo hay dos cosas en este mundo: los toros y las mujeres y para ello vive (o malvive), continúa siendo un coqueto, piropeando a las mujeres, todo ello sin un duro en el bolsillo, pero manteniendo su dignidad.
Y el papel del limpiabotas, es genial, esa especie de filósofo de andar por casa, que sin embargo a su modo y de manera coloquial, guarda toda la sabiduría popular en sus entrañas.
Una obra costumbrista que, en plena época de la "movida" y de la España "moderna", triunfa, a pesar de que, en apariencia, habla de toros, flamenco y galanterías con las mujeres. ¿Por qué?, porque esa es la fachada, pero lo que semana a semana se encontró la audiencia nocturna de aquella tele fue algo bastante más profundo, que la acabó conquistanto.
El corte que viene a continuación, uno de los muchos que podrían ponerse, nos trae al viejo torero recordando sus días de gloria, mientras su amigo limpiabotas evoca una de sus grandes faenas. Toda una lección de interpretación.
Hay en Zamora varias calles (como ocurre en tantas otras ciudades), que guardan el sabor de otros tiempos recogido en sus nombres, entre ellas están la Rúa de los Notarios y la Rúa de los Francos, no hace falta explicarle al avispado lector lo que sus nombres rememoran.
En realidad estas calles forman un todo junto a la de Ramos Carrión, y eran la antigua calle Mayor de Zamora, que discurría desde la Catedral hasta la Puerta Nueva de la muralla, situada junto a la iglesia de San Juan, en lo que hoy es la Plaza Mayor y que a partir de la actual plaza de Sagasta, antiguamente denominada de la Yerba, conectaba esa Rúa o calle Mayor, con las principales arterias del burgo surgido en la baja edad media, es decir las calles de San Torcuato y Santa Clara.
Cuando los españoles secuestraron al inca Atahualpa en Cajamarca, este ofreció dos habitaciones llenas de oro y una de plata a cambio de su libertad. Para cumplir con el trato se movilizó todo el oro del imperio hacia Cajamarca, buena parte del cual venía de Cuzco y debía atravesar la zona de Jauja, pero cuando los cabecillas indígenas se enteraron de que Pizarro había incumplido su promesa y asesinado al inca, escondieron los cargamentos de oro en el lugar donde luego fueron encontrados por los españoles. A raíz de todo esto los cronistas acuñaron la expresión de "El país de Jauja", que pasó a la posteridad como un lugar mitológico, famoso por su riqueza donde según el escritor Lope de Rueda, se podían encontrar "ríos de leche, barreras de carne asada, lagunas de miel de abeja, pantanos de cuajada, azudes de vino de Oporto". Fama que incluso llegó hasta Francia e Inglaterra donde existen relatos anónimos que hablan de un lugar llamado Jauja, donde "los gansos vuelan ya asados y todos los alimentos están a pedir de boca". Pero la fama de Jauja no quedó sólo allí, siguió alimentándose en épocas posteriores, pues debido a su clima seco y benigno, desde finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se convirtió en un lugar casi milagroso, donde llegaba gente de todas partes de Europa a curarse de la tuberculosis u otras enfermedades respiratorias. Como resultado adquirió un carácter cosmopolita. Jauja había sido fundada por el conquistador Francisco Pizarro como capital de Nueva Castilla y se mantuvo así hasta que la capitalidad fue cambiada a la costa, concretamente a Lima (Ciudad de los Reyes), actual capital de Perú.
Una de las más representativas obras de la llamada arquitectura civil que han llegado a nuestro días desde épocas remotas.
El edificio es de factura renacentista y lo mejor conservado es la fachada, que corresponde a la primera mitad del XVI y que, en su día, tenía dos torreones, de los cuales uno fue demolido en 1748.
Fue fundado por D. Enrique Enríquez, primer conde de "Alba de Liste", siendo posteriormente comprado por el corregimiento de la ciudad para construír un hospicio, que fue inaugurado en 1789.
Lo más destacable de su interior es el patio, con galerías superior e inferior que se asoman al interior con hermosas arcadas, apareciendo sobre las columnas de los arcos del piso de abajo bustos de héroes y en el superior, dentro de unas orlas, los escudos de los Toledo, Girón, Enríquez y otras familias de la época.
Es muy bonita la escalera, que se abre con dos arcos y que tiene un pasamanos muy elegante.
En la actualidad, alberga el Parador de Turismo que lleva el nombre de los condes. En la prensa de hace 40 años se puede leer la noticia:
"30 junio 1968
El ministro de Información y Turismo, don Manuel Fraga Iribarne, acompañado del subsecretario de Estado de la Presidencia del Gobierno de Portugal, doctor Paulo Rodrigues, inauguró el Parador Nacional de los Condes de Alba y Aliste, en Zamora"
Estamos ante una auténtica "boutade" de Eduardo Mendoza, dicho en el mejor de los sentidos y con todo cariño, de un autor que es ya un clásico de la literatura contemporánea en castellano. Mendoza ha decido algo diferente, "jugar" con un guión y darle un aire que distigue su libro de cualquier texto que hayamos leído. Apoyándose en su dominio del lenguaje, Mendoza hace que sea precísamente eso, el lenguaje, el protagonista verdadero de la obra, desde las descripciones hasta la prosa, en ocasiones, rebuscadamente culta, cuando no esperpéntica por los propios giros que busca o las construcciones y vocablos que de vez en cuando emplea. La historia en sí, viene a ser lo de menos, porque es una recreación totalmente libre en la que toma como base tanto textos de la Biblia, como de la propia historia en general. Eso sí, escrita en clave de parodia, con ese humor tan particular que tiene el barcelonés. Muta a su antojo la historia de la Familia de Nazaret, dando su aire particular a Jesús, José y María, adornándolo todo con la presencia de otros personajes que aparecen en las Sagradas Escrituras como reales, o como protagonistas de las parábolas del Maestro.
Todo ello enraizado con la mejor tradición de la novela corta, de los llamados "libros menores" que desde Cervantes o la época de la novela picaresca, han venido salpicando la literatura española. Eso sin nombrar las obras innovadoras o, cuando menos, "distintas" de clásicos como Galdós, Baroja, Valle Inclán... Una obra ante la cual, el lector debe poseer de antemano ciertas claves para entenderla (si es que tiene algo que entender, que yo creo que eso es lo que menos preocupó al autor al escribirla), disfrutarla y, de vez en cuando, sonreír abieramente. Algo distinto que no deja indiferente, aunque para algunos puede resultar decepcionante. Si vas buscando una novela histórica, mejor que apuntes en otra dirección.
La Plaza Mayor de Zamora no tiene la planta de la típica plaza castellana, ya que no está cerrada, por un lado está la iglesia de San Juan, como si estuviera plantada en medio de ella y aunque muchos entendidos abogan por su cerramiento (incluso hay hecho un proyecto para tal fin), a mí me parece que esto le da una peculiar seña de identidad, más cuando ya estuvo cerrada con los edificios adosados a la mencionada iglesia, que fueron derruídos en su día. Pero esto es una opinión muy personal.
Como digo, a un lado de la plaza, está la iglesia de San Juan Bautista, pero no pregunten en Zamora por este templo, aquí todo el mundo la conoce como San Juan de Puerta Nueva. Recibe el apelativo por haber estado junto a una de las puertas que se abrían en el primer recinto amurallado de la ciudad. Románica, construída entre los siglos XII y XIII, tenía originiariamente tres naves, que quedaron reducidas a una en el siglo XVI. Sobre una de sus portadas está el rosetón con forma de rueda de carro, que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad, al igual que el monumento al Merlú, de factura moderna, que está ante la iglesia y que representa a la pareja de congregantes de la Cofradía de Jesús Nazareno que tiene como misión despertar a los cofrades en la madrugada del Viernes Santo para que acudan al desfile procesional. En total son seis parejas, que realizan el aviso con un tambor destemplado y una corneta con sordina. En otro de los lados de la plaza, está el Ayuntamiento Nuevo, que cumple funciones de tal desde el 18 de julio de 1950 (las obras habían comenzado en 1932) y está situado en el lugar que ocupaban unas casas y panaderías propiedad del ayuntamiento, por este motivo es conocido también como casa de las panaderas, además de que en los soportales, durante algún tiempo se situaban puestos de venta de pan y utensilios de cocina. El arco que se ve en el centro, estaba hueco y bajo el pasaba una calle, conocida como Calle del Medio.
Enfrente del nuevo ayuntamiento, está el Ayuntamiento Viejo, hoy sede de la Policía Municipal. Mandado construír por los Reyes Católicos, hay una carta de Dª Isabel enviada desde Toledo el 26 de abril de 1484 al corregidor de Toro y Zamora, D. Pedro Manrique, que dice: "Sepades que a mi es fecha relaçion... que han comenzado a facer e hedificar una casa de Ayuntamiento". Se calcula que las obras pudieron concluír sobre 1493. Hubo antes de este otro Ayuntamiento que estuvo ubicado junto a la iglesia de San Martín, pero el centro urbano se desplazó hacia el NE de la ciudad y aprovechando la promulgación de las Leyes de Toledo que obligaban a hacer ayuntamiento en todas las villas y ciudades, se decidió construír este otro.
Es un edificio renacentista con influencias góticas, construído en piedra de Peñausende, con dos torreones (que en su día fueron desmochados) a ambos lados del cuerpo central formado por dos plantas con galerías porticadas. En la fachada está el escudo de España y separados, los dos cuarteles del escudo de Zamora.
El edificio se concibió para estar exento, aunque hoy en día (y casi desde el principio), le fueron adosadas casas por la parte posterior.
Esta es la verdadera novela del bicentenario, ha llegado a decir Arturo Pérez-Reverte, que coincidiendo con el 200 aniversinario de la invasión francesa, había publicado "Un día de cólera".
Buena novela esta que he acabado de leer, magníficamente documentada, como suele ser habitual en D. Arturo, que domina las parábolas de los tiros artilleros, cual si estuviera al frente de una batería de costa; que nos indica detalles de relojes de pared o de viejos catalejos, dándonos detalles del tipo de lente o del lugar de fabricación; que nos habla de plantas y flores como si fuera un aficionado a la botánica; que nos lleva de la mano por la ciudad de Cádiz, o por los recovecos de su bahía, como ningún guía turístico sería capaz de hacer. Ya ni hablo de los pasajes de la novela que tienen que ver con el mar, esta es una de sus aficiones preferidas, si no su afición por excelencia, y ahí se desata, porque eso lo sabe ya de natural y no por haberse documentado para la novela.
El libro en sí, es un conjunto de historias que tienen como eje el asedio a la ciudad andaluza en plena ocupación francesa, reducto de la España leal a Fernando VII, donde están reunidas sus cortes. Allí han ido llegando todo tipo de exiliados, refugiados, gente que huye de la invasión o que busca pescar en río revuelto. A ellos se unen los naturales de la zona, sus comerciantes, la clase pudiente que se ha hecho rica a base del comercio ultramarino, los menestrales, las tropas de más variada índole (marinos de la Real Armada, tropas regulares, voluntarios locales...), los desarrapados, los pescadores, heridos y mutilados de las diversas guerras mantenidas por España... A ello se unen las tropas sitiadoras, que también forman parte importante de la trama.
Todo da como resultado un mosaico en el que están reflejados desde el asedio propiamente dicho, a la descomposición del imperio español, pasando por otras muchas facetas. Tomando como eje de la novela una serie de asesinatos de jóvenes gaditanas que, más o menos, coinciden con la caída de algunas bombas francesas y los lugares donde impactan y que el comisario Rogelio Tizón, tratará de resolver, teje el autor una serie de tramas paralelas, entre las que va cobrando importancia la relación entre Lolita Palma, dueña de una de las mayores casas comerciales de Cádiz, con el capitán mercante Pepe Lobo. Una relación que trasciende lo puramente comercial (Lobo es contratado para hacerse cargo de La Culebra, una nave con patente de corso, que fleta, la casa Palma en comandita con otro amigo comerciante), para ir dando paso a una historia romántica llena de sobreentendidos y desgarradora.
El resto de los personajes, Simón Desfosseux (capitán de la artillería imperial), Hipólito Barrul (amigo del comisario), Gregorio Fumagal (espía al servicio de Francia), Emilio Sánchez Guinea (socio y amigo de la Lolita Palma), Lorenzo Virués (capitán de ingenieros español), Felipe Mojarra (habitante de Las Salinas y voluntario de las partidas españolas)..., conforman un grupo de corifeos de lujo. A ellos añadir la figura de Ricardo Maraña, teniente a las órdenes de Pepe Lobo, un personaje que no quiero ni imaginar lo que hubiera dado de sí, si Pérez-Reverte tuviera tiempo y ganas.
Y es que los personajes, en general, dan la impresión de que se ha profundizado poco en ellos, algo que puede ser decepcionante, a mí me quedó un poco con las ganas de algo más, hasta que alguien que había estado en la presentación del libro, dijo que D. Arturo había explicado que ya se ve un poco mayor, que sabe que no tiene mucho tiempo y que se dio cuenta de que tenía varias historias entre manos, pero hubo de elegir, porque de lo contrarío, podría haberse quedado dando vueltas con estas historias para el resto de sus días. Es algo que ya ha dicho en otras ocasiones, que procura elegir bien sus temas, porque las novelas le llevan un promedio de dos años, entre documentarse, viajes y escritura y no dispone del don de la vida eterna.
En fin, que aunque la que se nos presenta como historia central es la de Rogelio Tizón y sus pesquisas sobre los crímenes, yo me quedo con la de Lolita Palma y Pepe Lobo, las incursiones marinas de este, los paseos por la ciudad de ambos, el pasado del capitán y su presente con el inefable Ricardo Maraña, todo un personaje. Esta es la mejor historia de todas las historias que componen "El Asedio"
A José Luis Cuerda debemos algunas de las mejores películas del cine español en el final del siglo pasado: La lengua de las mariposas, El bosque animado y este "Amanece que no es poco", son para mi gusto particular, algunas de esas buenas pelis.
Quizá, de las tres citadas, sea esta la más particular, la "menos buena" en el sentido académico, la que puede que a algún tipo de público le resbale, el tipo de humor no es para ser degustado por todas las bocas, pero yo veo ahí lo más florido del humor español contemporáneo (Muñoz Seca, Mihura, Jardiel, Wenceslao Fdez. Flórez, La Codorniz, Hermano Lobo, Buñuel, Berlanga...), ese llamado humor absurdo, o humor de lo absurdo que, de haber estado firmado por los Monty Python, o producido en la meca hollywoodiense, estaría hoy entre las mejores películas humorísticas de la historia del cine.
Pero el director es español, la producción otro tanto y los asuntos tratados son carpetovetónicos. Se mofa de todos y cada uno de los tópicos nacionales, o mejor dicho de muchos de ellos, alguno falta, y todo en un tono que no daña. Se puede hablar de tontos sin ofender a los tontos, de minorías étnicas, sin que nadie se rasgue las vestiduras, de vencedores y vencidos, sin que ninguno de los que tales se sientan, se vea vejado o menospreciado. Muy inteligente todo, en un panorama dentro del que parece que hasta para hacer humor hay que desprestigiar, cuando no ofender, al de enfrente, o contar la historia amañándola a conveniencia.
Quizá lo peor de la película sea que de tanto absurdo y de tanto gag encadenado, por momentos puede dejar de hacer gracia por previsible.
Es una película de las llamadas corales y por tanto con un amplísimo elenco, en el que están algunos de los y las mejores de la escena española, conforme van pasando los años (casi va para un cuarto de siglo ya), nos vamos dando cuenta de que algunos de ellos son historia (viva en el mejor de los casos) del cine en particular y de la interpretación española en general: Resines, Cassen, Luis Ciges, Aurora Bautista, Quique San Francisco, "Saza", Chus Lampreave, Manolo Alexandre, María Isbert, Miguel Rellán, Guillermo Montesinos, Rafael Alonso, Antonio Gamero, Gabino Diego, Ovidi Montllor, Carmen de Lirio, Queta Claver, Tito Valverde...
Para mí, es un clásico del cine español en clave de humor, la veo periódicamente y me sigo riendo cada vez que el gran Sazatornil (todo un caballero de la escena), en su papel de cabo de la guardia civil, le reprocha al inmigrante argentino haber plagiado a Faulkner, todo un ídolo en la localidad; o cuando el pregonero convoca al pueblo para hacer "flashback" en la plaza mayor. Podría seguir citando frases y escenas de la película, pero sería el no acabar nunca, porque toda ella está llena de situaciones hilarantes y de frases ingeniosamente absurdas.
Lo raro en esta película es que, al final, el sol hubiera salido por donde se le esperaba.
Miraba tranquilamente un escaparate y, al darse la vuelta, le vio venir, desabrochando los botones del largo guardapolvo con que se cubría y echando un poco atrás el faldón derecho del mismo, como dejando acceso libre a su mano para acercarse a la cadera de ese lado. Él comenzó a andar, a su vez, hacia el otro, sin mayores prevenciones, pero cuando le vio detenerse, se puso en tensión. De repente se dio cuenta de su apurada situación, varios desconocidos, saliendo de quién sabe dónde, se unían a su potencial enemigo alineándose codo con codo, mirándole, algunos serios, otros con un rictus que podría ser una sonrisa o un gesto de desprecio, desafiantes todos. Les separaban no más de cien de pasos y no había marcha atrás, tendría que hacerles frente. Seguían inmóviles, si acaso alguno con un ligero balanceo de caderas, como estudiándose, midiendo el tiempo. De repente, como si una voz inaudible hubiera dado la orden, comenzaron a caminar hacia él que permanecía inmovil, atenazado por una fuerza superior que le lastraba al piso. Algo no encajaba en todo aquello, venían demasiado aprisa, perdiendo la alineación, como queriéndose adelantar unos a otros, incluso llegó a percibir algún codazo. Además, cuando buscó en su costado derecho, a la altura de la cintura, no encontró nada con qué defenderse. Ya está, pensó, se acabó todo y cerró los ojos esperando lo irremediable. Cuando los volvió a abrir de nuevo, no había nadie frente a él, quienes se le habían enfrentado, le habían rebasado dejándole atrás, los automóviles volvían a pasar y el semáforo volvía a estar rojo para los peatones.
La Pascua de Resurrección que celebran los cristianos en todo el orbe, tiene fecha variable, se rige por el llamado calendario lunar. Fue en el concilio de Nicea, en el año 325, cuando se tomó la decisión de que la Pascua de Resurrección, se celebrase el domingo siguiente a la primera luna llena después del equinoccion de primavera (21 de marzo). Esa es la razón de cada año, la luna llena esté presente en alguna de las procesiones de Semana Santa.