Dos ermitaños que tenían juramento de castidad, por lo que no podían acercarse a ninguna mujer, cruzaban el desierto cuando de repente encuentran un río inmenso en su camino; ambos se disponen a cruzarlo cuando una bella joven se les aproxima y les pide ayuda para cruzar el río, ya que sus piernas no aguantarían la fuerza de la corriente.
De los dos ermitaños el más joven se niega en rotundo dado que su voto de castidad le obliga a evitar las tentaciones, sin embargo el más mayor toma firmemente a la joven mujer en sus brazos y cruza el río con ella, su compañero, perplejo cruza el río tras él.
Al cruzar el río el ermitaño mayor suelta a la joven en la orilla y le desea buen viaje, mientras que el menor queda en silencio.
Tras dos horas caminando el menor, que hasta entonces nada había hablado dice con cierto rencor:
- Cogiste en tu brazos a esa mujer y la llevaste por el rio…
A lo que el mayor le responde:
- ¡Ah! ¿Tu aún la llevas?
De los dos ermitaños el más joven se niega en rotundo dado que su voto de castidad le obliga a evitar las tentaciones, sin embargo el más mayor toma firmemente a la joven mujer en sus brazos y cruza el río con ella, su compañero, perplejo cruza el río tras él.
Al cruzar el río el ermitaño mayor suelta a la joven en la orilla y le desea buen viaje, mientras que el menor queda en silencio.
Tras dos horas caminando el menor, que hasta entonces nada había hablado dice con cierto rencor:
- Cogiste en tu brazos a esa mujer y la llevaste por el rio…
A lo que el mayor le responde:
- ¡Ah! ¿Tu aún la llevas?
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