Pinky Rose (Sissy Spacek), una ingenua joven oriunda del Sur, llega a una polvorienta población de California para trabajar en una residencia de ancianos como asistente. Una vez allí, toma enseguida como modelo a Millie Lammoreaux (Shelley Duvall), que también trabaja en el mismo centro, una joven sofisticada adicta a las revistas de moda y a las recetas de cocina. Millie busca una compañera de piso y Pinky se va a vivir con ella. Millie es una marginada solitaria que intenta desesperadamente llamar la atención con una charla constante y animada. Pasan el rato en un bar propiedad de una extraña artista embarazada y su marido, antiguo doble de un conocido actor.
Hay ocasiones en las que, tras ver una película, te quedas con la boca abierta, pero no de admiración, sino porque te da la sensación de has visto algo sin pies ni cabeza, vamos, que te han metido un truño pretencioso concebido para lucimiento del realizador. Sin embargo, con esta película, aunque de primeras no entiendas nada, o entiendas poco, te quedas pensando precisamente en eso: Hay algo que se me escapa y, desde luego, lo que si tienes es una sensación de fascinación, del inmenso trabajo de las dos protagonistas principales (Shelley Duvall y Sissy Spacek) y de que has visto una película que te va a quedar reflexionando sobre ella en el afán de buscar explicación a lo que ha quedado oculto a tu entendimiento.
En la irregular filmografía de Robert Altman, es es quizá una de sus películas más personales, eso que algunos llaman cine de autor. Cuenta él mismo que el esbozo del argumento (el guion también lo firma Altman) se le ocurrió porque tuvo un sueño sobre dos mujeres que se encuentran y lo cierto es que la película tiene algo de onírico y está repleta de simbolismos, hasta el punto de que puede que haya tal exceso de metáforas que llegan casi a embriagar el entendimiento.
Altman, creo que de forma consciente, no ha querido ponérselo fácil al espectador y, de hecho, las interpretaciones que se hacen sobre el argumento son variadas y todas con algún fundamento, aunque yo pienso que la clave está en las pistas que nos va dejando la trama a lo largo del film sobre el personaje de Spacek: Se pone alguna de la ropa de su compañera de piso; tras el accidente, no reconoce como tales a sus padres; tiene el mismo número de seguridad social que Duvall y su mismo nombre; se equivoca al utilizar la tarjeta de la otra para fichar en el trabajo; y unas cuantas cosas más que nos llevan a pensar que, en realidad, es un producto de la imaginación, al estilo de lo que ocurre en Mulholland Drive, por ejemplo.
Retrato de un universo femenino visto con una peculiar óptica, no sólo por la constante presencia de las mujeres, sino por esas metáforas que emplea, sobre todo el agua, símbolo femenino por excelencia, con la mujer que decora piscinas o las varias escenas en que los personajes miran a través del agua.
Es una película fascinante, de la que dije en su día que estaba a medio camino entre "Persona", de Bergman, y "Mullholand Drive", de Lynch.
ResponderEliminarSí, realmente lo es.
EliminarUn producto muy de su tiempo.
ResponderEliminarAsí es.
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