LA NOCHE SE MUEVE

 

El detective privado Harry Moseby (Gene Hackman) es contratado para lo que parece un caso estándar de persona desaparecida, ya que una ex-actriz de Hollywood cuyos únicos papeles importantes se produjeron gracias a su matrimonio con un magnate de los estudios, quiere que Moseby encuentre a su hija. Harry viaja a Florida para buscarla, pero comienza a ver una conexión entre la chica fugitiva, el mundo de los especialistas de Hollywood y un mecánico sospechoso, cuando sale a la luz un asesinato sin resolver.

Cuando parecía que el cine negro había dado lo mejor de sí un par de décadas antes, Arthur Penn lleva a la pantalla el guion de Alan Sharp que se adapta como un guante al canon de los clásicos del género, ambientando la historia en los años setenta.

El protagonista, interpretado por un magnífico Gene Hackman (nominado a varios premios por este trabajo), es un perdedor que aún cree en la justicia y vive con cierta desgana su profesión después de haber sido un destacado jugador de fútbol americano, lidiando como puede con sus problemas domésticos, descubriendo la infidelidad de su esposa, cansada de soportar sus ausencias, un asunto este tratado con sosiego y en el que intuímos comprensión y afán por solucionar el conflicto por ambas partes, que se comportan de una forma muy madura. 

El film, en el que encontramos a una jovencísima Melanie Griffith, contiene algunos diálogos brillantes en una narración que transcurre con cierto sosiego y resulta sencilla de comprender (me da cierta risa, por llamarlo de algún modo, leer algunos comentarios que la tachan de tener cabos sueltos y es que parece que hay espectadores a los que todo debe dárseles explicado, cuando en este film, además, las elipsis resultan de lo mas evidentes). 

Entre las varias perlas que nos deja el guion, una idea que se me ha quedado: Cuando tienes dieciséis años hay cosas que no entiendes y crees o te dicen que entenderás de mayor, pero cuando tienes cuarenta, la cosa no mejora.