En un fuerte situado en el sur de los EEUU, el comandante Weldon Penderton (Marlon Brando) se dedica a la enseñanza de tácticas militares, mientras que su esposa Leonora (Elizabeth Taylor) prefiere solazarse con el teniente-coronel Morris Langdon (Brian Keith), amigo de la pareja. Todo esto lo observa, detalle a detalle, el soldado Williams (Robert Forster), un joven que parece fascinado con la bella mujer, mientras Penderton comienza a interesarse por cada movimiento del joven soldado.
El guión adapta la novela del mismo título de la maestra de la literatura norteamericana Carson McCullers. Un libro que, en su momento, escandalizó a la opinión pública america abordando, en la que era su segunda novela, temas como la homosexualidad, la infidelidad o la desolación en el contexto de una institución tenida por intachable como es el ejército americano.
Señalar, como curiosidad, que John Huston quería que la autora de la novela hubiera escrito el guión, pero estaba demasiado enferma y no pudo ser (de hecho, falleció doce días antes del estreno del film). Por contra, al parecer, Francis Ford Coppola, sí participó en alguna parte de dicho guión, aunque no aparece acreditado.
Fotografiada en un tono amarillo-dorado que quiere hacer alusión al título, las pasiones y deseos reprimidos y los odios que afloran de forma recurrente, están presentes a lo largo de un relato con algunas escenas explícitas en que se nos muestran esas actitudes entre el odio, el recor y la frustración que presiden las relaciones entre los personajes. En otras ocasiones las vemos solamente sugeridas con un magistral uso de la elipsis.
Todos los intérpretes hacen gala de su dominio de las tablas para representar sus papeles cargados de complejidad y llenos de matices.
El relato se desarrolla con calma, sin subrayados, evitando situaciones truculentas y sin caer en excesos melodramáticos, pero sin renunciar a la tensión, avanzando con fluidez hasta el dramático desenlace. Todo ello muy bien complementado por la partitura musical de Toshiro Mayuzumi y la conseguida fotografía de Aldo Tonti que nos ofrece algunos planos de detalle (zapatos, ojos...) que contribuyen a la narración puramente cinematográfica y que sabe resolver muy bien la dificultad que siempre suponen las numerosas escenas nocturnas que hay en la película.
El film, de 1967, no pudo verse en España hasta finales de los setenta, cuando la censura ya había pasado a mejor vida.
Qué maravilla, es una obra de arte.
ResponderEliminarMuy feliz tarde y mil gracias por la reseña.
Una gran historia con intérpretes míticos.
EliminarComo suele decirse en estos casos, el libro me gustó más que la película.
ResponderEliminarA mi también.
EliminarQue tal Trecce!
ResponderEliminarEsa primera foto que has puesto (estupenda por cierto) da buena muestra de la tonalidad del color. Desde luego menuda pareja de estrellas, a decir verdad creo que hubieran hecho mala pareja en la vida real...
Saludos!
Saltan chispas en esa relación.
EliminarTal vez sea el film más arriesgado y enigmático de Huston tanto en la temática elegida (en un ambiente castrense, adulterio, voyeurismo, homosexualidad ocultada) como en la depuración formal de una atmosférica puesta en escena que incluye además una audaz investigación con el color, algo que solo fue respetado en las primeras copias exhibidas (en la versión concebida por Huston, la portentosa fotografía de Aldo Tonti jugaba únicamente con dorados, magentas y algún toque aislado de color). Tenemos unos personajes que se mueven en espacios acotados de aparente normalidad, parapetados en lo cotidiano, respirando, observando, espiando, ocultando su frustración que deviene en tristeza y desprecio, torturándose atenazados por el deseo reprimido (Penderton), aburridos y acomodados en la mentira (Langdon). Habitantes de un asfixiante microcosmos observado por el penetrante ojo dorado de un pavo real dibujado en una cartulina.
ResponderEliminarBrando (que sustituía a Montgomery Clift fallecido antes de comenzar el rodaje) construye su personaje con una asombrosa comprensión del mismo, logrando transmitir todos los matices de ese constreñido capitán Penderton. Me atrevo a valorar su trabajo como el mejor de su carrera sin olvidarme, claro, de la memorable composición conseguida años más tarde en EL ÚLTIMO TANGO EN PARÍS.
Película con cantidad de matices y personajes complejos que los actores sacan adelante con cierta maestría.
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