Ruka es una joven cuyos padres están separados. Su padre trabaja en un acuario. Cuando dos jóvenes, Umi y Sora, que fueron criados en el mar por dugongos, son llevados al acuario, Ruka se siente atraída por ellos y comienza a darse cuenta de que tiene el mismo tipo de conexión sobrenatural con el océano que ellos. El poder especial de Umi y Sora parece estar relacionado con eventos extraños que han estado ocurriendo cada vez con más frecuencia, como la aparición de criaturas marinas lejos de su hábitat natural y la desaparición de animales en acuarios de todo el mundo.
La película se basa en el comic, editado en cinco entregas, de Daisuke Igarashi, quien también firma el guión del film.
Ya el propio manga, resulta un tanto incomprensible, no es fácil de digerir, no porque no se entienda la historia, sino porque no sabemos exactamente de qué nos está hablando. Ni es una fábula ecologista, ni nada por el estilo, es una especie de canto a las inmensidades del cosmos, lo que incluye los océanos, pero también el espacio exterior, las estrellas y nebulosas que nos circundan.
La película conserva ese esquema y puede hacerse aburrida en algunos tramos.
Unos niños que han sido criados por seres marinos, una niña que empieza las vacaciones de verano con mal pie y una aventura un tanto deslavazada en la que se mezclan fenómenos naturales, con otros fantásticos, como la fiesta de los peces, que nunca sabemos muy bien en qué consiste, para perderse en una especie de discurso filosófico metafísico.
Sin embargo, de lo que no cabe duda es que estamos ante un espectáculo visual, en el que se nota un intenso trabajo de documentación y una gran labor técnica y artística tras cada uno de los dibujos.
Todo ello para llevarnos a unos veinte minutos finales que se convierten en un auténtico espectáculo de color formas y sonidos, con la música del maestro Joe Hisaishi como fondo.
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