Una noche, en algún lugar de nuestro hemisferio, una serie de acontecimientos extraños se encadenan sin lógica aparente: Un empleado, Pelle (Torbjörn Fahlström), es despedido de forma humillante tras haber trabajado treinta años en la empresa; un inmigrante sufre una violenta agresión en mitad de la calle...
Entre estos personajes singulares destaca Karl (Lars Nordh): Su rostro está cubierto de cenizas tras prender fuego a su tienda de muebles con la intención de cobrar el seguro, mientras es acosado por el fantasma de su amigo Sven (Sture Olsson) un suicida al que le debía dinero, de la misma forma que le preocupa la salud de su hijo Tomas (Peter Roth), internado en un psiquiátrico..
Hay más: Un economista, desesperado por encontrar una solución al problema del encarecimiento del trabajo, se aventura a probar fortuna con una bola de cristal; un hombre asiste a un espectáculo de magia y, tras ofrecerse como voluntario, termina herido en uno de los trucos....
Todo y todos van hacia alguna parte pero la meta y su significado parecen haberse perdido por el camino. En un ambiente apocalíptico, el caos se apodera de la gran ciudad y alrededores, esa noche nadie consigue dormir. Al día siguiente, los signos de un inminente caos empiezan a manifestarse. Karl se da cuenta de lo absurdo del mundo y de lo duro que es ser humano.
Cuatro años tardó Roy Andersson en completar esta película inspirada en el poema "Traspié entre dos estrellas", del peruano César Vallejo. El film se abre con un verso de Vallejo y a lo largo del mismo se citan algunos más y hay escenas que hacen referencia a ellos. La película está dedicada a la memoria del poeta.
Hay una correspondencia clara entre la película de Andersson y el poema de César Vallejo, que se presenta como una aproximación surrealista y burlesca a un grupo de personajes en apariencia anodinos, pero marcados por una desgracia patética, que provocan tanto risa como llanto. El filme del director sueco está compuesto por viñetas sueltas rodadas con la cámara fija, situaciones azarosas e imágenes inconexas que, en su aparente delirio, nos estrellan de cara contra nuestra propia (y deprimentemente verdadera) realidad. Las viñetas representan lo que sucede en dos planos y, en más de una ocasión, lo que ocurre en segundo plano es mucho más significativo que lo que vemos en el primero o, al menos, subraya o aclara el mensaje que se nos quiere transmitir. Es paradigmática la escena de la agresión al inmigrante, en la que observamos a unos hombres que de nada le conocen, agrediéndole brutalmente, mientras en segundo plano, al otro lado de calle, hay un grupo de personas, alineadas junto al bordillo, como si estuvieran esperando al autobús, que necesariamente tienen que ver lo que ocurre, pues están justo enfrente y ni siquiera parpadean, ni hacen un mínimo gesto, ya no de interesarse por el agredido cuando sus agresores se han ido, sino que parece que ni siquiera se incomodan ni perturban, como si nada hubieran visto.
Es un cine diferente que seguramente a muchos no gustará, pero que nos muestra otra manera de hacer películas cercana a lo que sería el arte abstracto. Como dijo alguien, es un surrealismo muy real.
Me encanta el cine de Andersson, un viejo conocido ya en el festival de Sevilla al que suelen acudir sus películas, todas con ese sello característico de sketches surrealistas.
ResponderEliminarA mí, su cine, me resulta muy atractivo, pero comprendo que haya gente que no le guste.
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