Stéphane Miroux (Gael García Bernal), un joven diseñador mexicano tímido e introvertido, es hasta tal punto cautivo de sus propios sueños que a duras penas controla su imaginación, que amenaza con imponerse al mundo real.
Tras la muerte de su padre, su madre, Christine (Miou-Miou), que es francesa, le ofrece un trabajo y le convence para que vuelva a París. Su decepción es grande cuando comprueba que se trata de un trabajo rutinario en una pequeña empresa que fabrica calendarios y que comparte con tres singulares compañeros, en especial el excéntrico Guy (Alain Chabat). Dado su temperamento artístico y creativo, y su gran fantasía interior, carga de sentido interno todo aquello que le hiere, e ignora los motivos prácticos que deberían regir su vida, entre otras cosas, narrando en su televisión personal sus teorías acerca de los sueños. Stéphane, por suerte para él, goza de una imaginación que es su única manera de conectar con los demás, concretamente con el sexo opuesto. Como un niño eterno, el protagonista se siente cómodo en la soledad de París, con aquello que le vincula a su infancia y con los personajes que le rodean, una panda de inadaptados, tanto o más que él, que conforman una fauna realmente inolvidable, de la que forman parte, entre otros, su vecina Stéphanie (Charlotte Gainsbourg) y a su amiga Zoe (Emma de Caunes), que, en cierto modo, le harán olvidar la decepción por el engaño de su madre para que regresara a la capital francesa.
Peculiar reflexión sobre un personaje que tiene problemas con su timidez y, en algún sentido, con su inadaptación. Para ello se refugia en sus sueños, hasta el punto de que, en ocasiones, no distingue entre realidad o imaginación, algo que se traslada al espectador de manera que algunas veces nos ocurre lo mismo, aunque casi siempre, el realizador introduce algún elemento que nos haga ver con claridad que estamos en un periodo de ensoñación.
En el fondo, no deja de ser una historia romántica que narra también la complicada relación del protagonista con su vecina y trata de hacerlo de una manera original, aunque no siempre efectiva.
En ciertas secuencias utiliza la stop motion (animación fotograma a fotograma), una técnica artesanal ya superada cuando se rodó el film por mor de los efectos digitales, pero de la que hace buen uso y resulta curiosa y bastante adecuada para el planteamiento del film.
Con muchos momentos humorísticos, la película sin embargo, no acaba de funcionar, al menos de hacer cómplice al espectador, dando la impresión de que algunas partes son buenas, incluso muy buenas, pero el conjunto resulta desangelado, lo que no quita para que se haga entretenida.
De vez en cuando miro y aquí seguís algunos...
ResponderEliminarUn saludo cariñoso
Yo sigo leyendo tus agudas disecciones de la actualidad.
EliminarOtro saludo afectuoso para ti.