Corre el año 859 a.C. y la dinastía Tang, una vez floreciente, ha entrado en decadencia. El malestar se extiende por todo el país, y el corrupto gobierno tiene que enfrentarse en todas partes con ejércitos rebeldes. El más poderoso es el de la "Casa de las Dagas Voladoras", que se dedica robar a los ricos para repartirlo entre los pobres, por lo que cuenta con el apoyo de la población.
El antiguo líder de la banda fue muerto por la policía, pero la banda se está haciendo cada vez más poderosa gracias a un nuevo y misterioso líder. Dos capitanes, Leo (Andy Lau) y Jin (Takeshi Kaneshiro), reciben la orden de capturarlo y matarlo en el plazo de diez días. Para ello elaboran un minucioso plan. El capitán Jin finge ser un guerrero solitario llamado Viento y ayuda a escapar de prisión a la bailarina ciega Mei (Ziyi Zhang), sospechosa de ser la hija del nuevo líder, para así obtener su confianza y que le conduzca hasta el cuartel general de la Casa de las Dagas Voladoras, pero durante el viaje, Jin y Mei se enamoran profundamente.
A distancia los sigue Leo; Jin y Leo se encuentran en secreto para discutir sus planes. Jin bromea sobre su seducción de la muchacha; Leo le advierte que no intime con ella.
Para añadir autenticidad al engaño, Leo y sus hombres persiguen a la pareja y les atacan: la lucha es, sin embargo, fingida. Más adelante vuelven a ser atacados, pero esta vez los asaltantes parecen reales: Jin y Mei luchan por sus vidas y son salvados sólo por la intervención de los lanzadores de dagas, que permanecen invisibles. Furioso, Jin se enfrenta a Leo, quien le explica que ha informado a la cadena de mando y su general ha asumido la persecución. Jin se da cuenta entonces de que pueden prescindir de él.
La historia principal es sencilla, nos la han contado mil veces, un triángulo amoroso en que el joven pretendiente emprende una acción arriesgada para despertar la admiración de su amada. Cuando, tras tres años de separación, vuelven a reunirse, ella ha entregado su corazón a otro y se desencadena la tragedia pasional.
El relato de fondo, la lucha contra la corrupta dinastía Tang que ostenta el poder, no es mero acompañamiento, sino que tiene gran importancia en la trama, de hecho, en ocasiones, acapara todo el protagonismo.
Desde las primeras secuencias, cuando los dos capitanes visitan el burdel con un nombre tan evocador como La casa de las peonías, ya sabemos que nuestros sentidos van a gozar con algo más que una mera historia de tragedia romántica, la exuberancia del decorado, la lujuria de los ropajes y las danzas subyugantes de Mei, cuyos movimientos van de la sutileza a la plasticidad de sus saltos y contorsiones, nos embriagan con la fuerza de un exquisito perfume.
Después viene todo lo demás, la belleza de los paisajes fotografiados con gusto y arte y cada una de las peleas que se convierten en auténticas coreografías.
Para el recuerdo, el enfrentamiento en el bosque de bambú, un clásico de las películas chinas de artes marciales que Zhang Yimou decidió respetar incluyéndolo en el guión, pero elevándolo a la categoría de verdadera ópera.
La historia está bien, es entretenida y con un final muy poético, pero, no voy a decir que la dejen de lado, mas si que aconsejo humildemente que vean la película como lo que es, un verdadero espectáculo visual, presentado con auténtica maestría, desde la paleta de colores, a la sutil y cuidada puesta en escena. Un goce para los sentidos.
Hola Trecce!
ResponderEliminarPues precisamente la he vuelto a ver no hace mucho. Desde su estreno en el cine no habia vuelto con ella y la verdad que me ha fascinado. Estoy absolutamente de acuerdo contigo, tu afirmación final lo resume a la perfección. Una autentica delicia.
Saludos y buen finde!
Es un goce visual.
EliminarEs claro que eso de robar a los ricos para dárselo a los pobres sólo queda para la ficción.
ResponderEliminarY en el fondo, no deja de ser robar. Podían ponerse a trabajar y darle a los pobres lo que ganen.
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