El periodista de United Press International, Will Bloom (Billy Crudup) y su esposa, la fotógrafa independiente Josephine Bloom (Marion Cotillard), embarazada de su primer hijo, abandonan su residencia en París para regresar a la ciudad natal de Will, Ashton, en Alabama, tras recibir la noticia de que el padre de Will, Edward Blom (Ewan McGregor de joven y Albert Finney en la madurez) padece un cáncer que, irremediablemente le va a causar la muerte y ya se le ha retirado el tratamiento de quimioterapia.
Aunque mantiene un contacto indirecto a través de su madre, Sandra (Jessica Lange), Will ha estado alejado de su padre desde hace tres años, a raíz de su matrimonio con Josephine.
El problema de Will con su padre, son las historia fantásticas que Edward ha contado durante toda su vida, no solo a Will, sino a todo el mundo. Nada había que Edward no supiera hacer: corría como el viento, salvaba vidas, los animales lo adoraban, era un visionario y sabía más chistes que cualquier otro hombre.
Cuando Will era un niño, Edward estaba ausente de la casa debido a su profesión de vendedor ambulante y al niño le gustaban esas historias que le contaba, pero ahora, cae en la cuenta de que no conoce a su padre.
Ahora que tiene su propia vida familiar y, en breve, se convertirá a su vez en padre, Will no quiere ser el tipo de padre que Edward fue para él. Una vez más, William se verá obligado a escucharlo mientras cuenta las interminables historias de su juventud. Pero, en esta ocasión, tratará de averiguar cosas que le permitan conocer mejor a su padre, aunque para ello tendrá que separar claramente realidad y fantasía, elementos que aparecen siempre mezclados en los relatos de su progenitor.
El guión se basa en la novela homónima del escritor e ilustrador estadounidense Daniel Wallece.
Siempre ha dicho Tim Burton que le gusta trasladar a la pantalla los cuentos que recuerda de su infancia. En esta ocasión, no es a su infancia a la que se remonta la historia, pero sí es un cuento y el californiano en esta película, sin renunciar a mostrarnos un mundo con un halo de fantasía, si que se aleja de su habitual goticismo y ese ambiente tenebroso que envuelve sus películas, para adentrarnos en un mundo luminoso y colorista.
La película narra la relación entre un padre y un hijo, no siempre fácil, pero sí llena de amor, aunque el joven, cuando se hace hombre, no solo no comprenda a su padre, sino que no le gusta su forma de ser, contando siempre esas historias llenas de fantasía pobladas de gigantes, hombres lobo, brujas y lugares imaginarios. Sin embargo, Will quiere entender a su padre y será la vida misma la que le ofrezca la solución al darse cuenta de que las historias de su padre no son sino una inmensa metáfora de la existencia humana, de nuestro paso por el mundo.
Con una puesta en escena colorista, llamativa y muy atractiva para el espectador, la película, como las historias de Edward, no es sino un cuento fantástico que nos muestra otra forma de ver la vida y de aceptarla.
Una de mis preferidas de Burton, seguramente por alejarse de lo gótico, que ya cansa.
ResponderEliminarEs cierto y eso que aquí no puede por menos que ofrecernos alguna de esas escenitas.
Eliminarcuando la vi en su estreno no me gustó para nada, no conecté... la vi no hace mucho y la entendí, me gustó bastante más... en fin, son los tiempos de cada uno porque la obra, claro, es la misma...
ResponderEliminarEntenderla a la primera, no es sencillo.
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