El 29 de mayo de 1913 el público parisino asistió en el Théâtre des Champs-Élysées a un acontecimiento excepcional: el estreno de La consagración de la primavera, música de Igor Stravinski, coreografía de Vaslav Nijinski. El público, aglomerado bajo la marquesina art déco del teatro, aguardaba expectante la representación de la compañía de los Ballets Russes de Serge Diaghiliev que protagonizaría el propio coreógrafo y excepcional bailarín Vaslav Nijinski. Las entradas habían llegado a duplicar el precio en los días previos al estreno. Con esta pieza, Stravinski tan sólo deseaba recrear un rito pagano inspirado en danzas antiguas eslovenas, pero el argumento era cruel: una atávica tribu imaginaria sacrificaba a una joven virgen para calmar al dios de la primavera.
La violencia rítmica y disonante de la música enervó a parte del público, acostumbrado al opio estético del Romanticismo. Desde la introducción se escucharon silbidos y estalló la violencia verbal del público. Antes del segundo acto explotó una algarabía en la sala que había sido dispuesta con la propuesta escenográfica modernista del pintor Nicolás Roerich, y la función se tornó inaudible. Stravinski había sacudido el espíritu de quienes, entre abucheos, presenciaban uno de los hitos más significativos de la música contemporánea. Una parte del público protestaba furiosa, mientras otros exigían silencio al considerar que estaban ante una obra de arte revolucionaria que, por fin, cortaba las amarras podridas del Romanticismo. El escándalo degeneró en violencia física y Stravinski, descompuesto, abandonó la sala bañado en lágrimas, mientras tuvieron que sujetar a Nijinski para que no se enfrentara con los espectadores.
Si el siglo XX ha sido el de la violencia, La consagración de la primavera fue la manifestación artística más violenta perpetrada contra el mundo civilizado hasta entonces.
¿Como gente a la que se le suponía una elevada preparación cultural explotó de aquella manera? Algunos han querido ver un precedente, si bien en el mundo del arte, de lo que ocurriría en Europa tan sólo trece meses después, el magnicidio del archiduque Francisco Fernando desataría una terrible guerra que rompería los cimientos de la política y de la sociedad europea, la más avanzada y culta del momento.
El problema es que quizás esto no era tan cierto como pensaban
ResponderEliminar"la sociedad europea, la más avanzada y culta del momento"
Lo que le pasaba en realidad a la sociedad europea de mediados del XIX a mediados del XX, es que era la más soberbia del momento, y probablemente una de las 3 o 4 más soberbias existentes hasta el momento. Los dueños del mundo... donde todo tenía que suceder según los criterios victorianos y supremacistas del momento.
En cierta medida, a nuestros nacionalismos actuales les pasa un poco lo mismo. Se creen tan superiores que son de lo más intolerante.
Es posible.
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