miércoles, 8 de mayo de 2019

EIGHTH GRADE

Kayla Day (Elsie Fisher) es una adolescente de 13 años que graba vídeos que colgará en su canal de You Tube, en los que se expresa con no demasiada soltura. En ellos habla a los amigos virtuales que le puedan ver de la importancia de ser uno mismo en la vida, manteniendo siempre la auténtica esencia, sin preocuparse por no ser aceptado en el entorno social y dejando a un lado objetivos tan triviales como la forzada búsqueda de ser más popular en el instituto u obtener las atenciones de la pareja más guapa. Unos consejos, desde luego, encomiables y que denotarían una gran madurez en alguien tan joven como Kayla de no ser por el hecho de que, en realidad, ella misma no se los aplica en su día a día. Todo lo contrario, la joven, tímida y callada (adjetivo que odia atribuirse), intenta por todos los medios agradar a los demás, a pesar de que le cuesta socializar por culpa de sus muchas inseguridades. Es consciente de que no es lo suficientemente interesante para mantener una conversación fluida sin caer en la repetición o la muletilla inoportuna. Tampoco es el prototipo de chica que acapara las miradas de los muchachos de su clase, que comienzan a descubrir tímidamente la sexualidad. Su cuerpo no es todo lo esbelto que venden los crueles cánones de belleza de las revistas o los vídeos musicales, tiene el rostro cubierto de acné y camina encorvando los hombros, como si la mochila que lleva a su espalda estuviese cargada de piedras. Kalya es invisible. Una presencia que se mueve por los pasillos de la escuela sin hacer ruido y pasando desapercibida para el resto del alumnado, que solo la tiene en cuenta a la hora de elegirla como la chica más callada del último curso de la escuela. De hecho, los vídeos de Kayla reciben muy pocas visitas, por lo que sirven más como forma de desahogar sus propias debilidades que como ayuda para otros jóvenes en su situación.


El guion del propio realizador, Bo Burnham, sorprende por varias razones. Por un lado, esquiva todos los lugares comunes y personajes arquetípicos que suelen poblar las comedias estudiantiles americanas para ofrecer un retrato muy real y reconocible de la generación actual. De este modo, dibuja un panorama un tanto desolador, con jóvenes que no levantan la mirada de sus teléfonos móviles, absorbidos por las bondades del ciberespacio, otorgando compulsivos "me gusta" a las publicaciones de las redes sociales y manejando aplicaciones como Instagram o Snapchat, desde las que comparten fotos con las que parecen competir por demostrar quién es más “guay”. Al mismo tiempo, el guionista se muestra absolutamente compasivo con su imperfecta heroína y, pese a que no escatima en enseñarnos los episodios más embarazosos en los que Kayla se ve envuelta (la fiesta de cumpleaños de la compañera popular que la ningunea; esa sesión de “verdad o reto” con el joven en el coche), logra que el espectador empatice en todo momento con ella, haciéndola tan cercana y humana que resulta imposible que no despierte ternura y cercanía.


Es cierto que el film recurre a la caricatura, quizá excesiva, en muchos tramos, pero no es menos cierto que, al contrario de lo que ocurre en otras muchas películas sobre adolescentes, esta transmite cercanía en sus personajes que nos resultan totalmente reconocibles trasladados a la realidad, con una espléndida Elsie Fisher en la que vemos realmente a una chica del montón, incluso poco agraciada físicamente y que realmente tiene la edad del personaje, no como en algunos films en los que vemos a veinteañeros interpretando a adolescentes y a chicas que, aunque se las quiera hacer pasar por personajes acomplejados por su aspecto, son tan agraciadas, que no les sacas ni un mal plano por más que se esfuerce el maquillador en pintarles granos en la cara o les pongan gafas.
Aunque vuelve a caricaturizarla en muchos momentos, resulta también bastante lograda la relación que nos pinta de la chica con su padre, mostrando los esfuerzos que realiza para compensar la ausencia de la figura materna y que nos ofrece una de las escenas más entrañables de la película, cuando Kayla quema sus recuerdos en el jardín trasero de la casa.
Un film que nos habla de inadaptación, pero también de una chica que se esfuerza por superarla en esa difícil etapa que es la adolescencia en la que los jóvenes se ven, en ocasiones, asfixiados por falsos referentes hasta que son capaces, con suerte, de encontrar su propio lugar en el mundo. Un relato sobre gente real que se enfrenta a desafíos reales.




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