Paul Biegler (James Stewart), antiguo fiscal del condado que ha perdido su puesto tras las últimas elecciones, se dedica ahora a la abogacía en su bufete que, dicho sea de paso, no tiene mucho trabajo, entre otras razones porque dedica gran parte de su tiempo a la pesca, su gran afición, ante la desesperación de Maida Rutledge (Eve Arden), su secretaria, que ve cómo el montón de facturas crece y los ingresos menguan.
Laura Manion (Lee Remick), está interesada en que Biegler se haga cargo de la defensa de su esposo, el teniente del ejército Frederick Manion (Ben Gazzara), acusado del asesinato de Barney Quill, quien según el testimonio de la señora Manion, la había violado.
Tras no pocas dudas, Polly Biegler se hace cargo del caso, para lo que contará con a ayuda de Parnell Emmett McCarthy (Arthur O'Connell), un viejo amigo borrachín y tan ducho como él en exponer su defensa ante el jurado popular.
Por su parte, el nuevo fiscal, ante la relevancia del caso, ha solicitado la colaboración de Claude Dancer (George C. Scott) ayudante del fiscal general del estado.
Biegler basará su defensa en el intento de demostrar que su cliente fue víctima de una suerte de locura transitoria.
Basado en el best seller de Robert Traver, pseudónimo de John D. Voelker, estamos ante una de las obras que más fielmente se trasladaron al cine. El hecho de que no se tuvieran que realizar grandes modificaciones en el guión es señal de la excepcional puesta en escena que ofreció Robert Traver a través de su obra de ficción.
A mí particularmente, me trae excelentes recuerdos, pues la novela ocupaba un lugar en la estantería repleta de libros de la casa de mis padres y tengo grabada en mi memoria la portada de aquella edición del Círculo de Lectores con uno de los diseños que el gran Saul Bass realizó para los títulos del crédito del film.
Al buen pulso de Otto Preminger, se une el excelente reparto, en el que todos y cada uno brillan a gran altura, consiguiendo interpretaciones de esas que quedan en la memoria del espectador.
Con una maravillosa fotografía en blanco y negro que recuerda películas de cine negro, otro de los apartados destacados del film es su banda sonora, firmada por el gran Duke Ellington. El jazz impregna la historia, acompaña la estupenda descripción de los personajes que se hace en la primera parte del film y llena con sus acordes esos largos recorridos sin palabras, puramente visuales, que tiene este primer tramo de la película. Recuerdo especialmente uno que narra el recorrido en automóvil de Polly, cuando se dirige al restaurante de Barney Quill, en el que las notas del contrabajo, comienzan una pieza que, de por sí, es una auténtica obra de arte.
La película está planificada al detalle, nada en ella es gratuito, desde los escenarios, hasta el vestuario o los gestos de los actores, pero todo resulta tan natural, que apenas nos percatamos de ello.
La historia tiene infinidad de mensajes, desde la disección del sistema judicial norteamericano, en la que, por una parte, queda claro que todo acusado tiene derecho a la mejor defensa (otra cosa es que pueda pagarla), pero a la vez el sistema permite resquicios que pueden suponer la puesta en libertad de un culpable; hasta esa lucha constante contra la censura que fue bandera de Preminger en toda su carrera, logrando colar palabras y sugerencias que parecían impensables, a pesar de que los censores metieron la tijera (al igual que en la novela), en algunos aspectos relativos a la descripción de la violación de la señora Manion.
La película juega con la ambigüedad y durante todo el film estamos en vilo por saber si realmente las cosas sucedieron como las cuenta el matrimonio Manion; una ambigüedad que se mantiene hasta la escena final sin que seamos capaces de dilucidar si eran sinceros o han engañado al bueno de Polly.
Magnífico también el empleo que hace de la ironía y el humor con el que salpica las escenas del film. Entre todo ello y algunas cosas más que no voy a detallar para no hacer aún más largo el comentario, el resultado es el de un film que, para mi particular gusto, cobra la categoría de obra maestra.
Sublime... Con multitud de aristas en su trama muy bien llevadas y unas interpretaciones espléndidas.
ResponderEliminarDe acuerdo, Iñigo.
EliminarAquí el declive de Garzón empezó cuando empezó a gustarle más la caza que su trabajo.
ResponderEliminarQué más quisiera que parecerse a este.
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